Pedro Lapido Estran
El Arca de las Nieves Eternas
Capitulo 6 - Cuando El Asombro Es Rutina
La pantalla se apagó. Pude volver a mí y entonces sentí mis músculos contraídos y el afelpado traje que me cubría, pegado a mi cuerpo. Creo que los cuatro estábamos igual, a juzgar por los semblantes de mis compañeros. Habíamos soportado demasiado y Antiza se dio cuenta de ello.
- Doctor Kingston, por hoy ha sido suficiente.
-Si señora, lo ha sido - contestó el viejo asombrándome con su aceptación, que confirmaba mis pensamientos.
- Regresen a sus anfitrionas, creo que necesitan divertirse - concluyó nuestra docente, dirigiéndose hacia su puesto en el sillón del consejo.
Olma, Ramalú, Lahí y Labianí, ya estaban al lado nuestro. Nos incorporamos dirigiéndonos al elevador. Un tenue murmullo fue el saludo que hicimos al consejo. El trayecto hasta la esfera de convergencia transcurrió en silencio; lo que demostraba la formación ética de las hermosas mujeres que nos acompañaban. Finalmente, al separarnos; Kingston sólo dijo:
- Nos llevamos mucho en qué pensar.
Eso era cierto, pero cuando recordé que la próxima propuesta era "divertirse" y yo estaba con la bellísima Olma, me desentendí bastante de "Los abuelos del hombre".
Ya en marcha por el conducto de salida, ella dijo:
-Iremos a visitar a un pequeño amigo cuyos padres han partido en una misión; le agradará conocerte.
Hicimos un corto trayecto por una de las avenidas y luego otro muy breve por una calle lateral para llegar a la casa, donde nos recibió un niño que a juzgar por su apariencia, no tendría más de diez años. Nos atendió a los dos con cortesía, estrechó mi mano entre las suyas en el saludo habitual y besó a Olma en la boca, beso que ella correspondió.
- Humni, he venido a traerte el visitante que te prometí - dijo - y a observar cómo te encuentras desde que se fueron tus padres.
- Mis padres no se han ido Olma, están aquí - respondió el chico.
- ¿Que dices? ¿Alemul y Ormoní están aquí?
- Sí Olma, están aquí.
-¡Llámalos, pronto!
- No puedo, creo que están en su habitación disfrutando de sus cuerpos, no querrás molestarlos.
-¡OH no, no! - respondió ella - esperaremos.
Mi asombro ante la manifestación del niño, debió ser muy evidente, pues Olma me dirigió una mirada en la que solicitaba paciencia.
- ¿Que estás haciendo Humni? - preguntó.
- Estoy haciendo un ensayo sobre determinadas constantes de conducta en todos los pueblos de la tierra a través del tiempo. Es interesante observar cómo los seres exteriores se empeñan en ser necios. Parece increíble que podamos ser parientes.
Cuando me di cuenta de que yo era uno de los "necios exteriores", quise hablar; pero no llegué a hacerlo porque la puerta del ascensor se abrió y entró en el recinto una bellísima morena, apenas cubierta por una túnica semitransparente que no ocultaba demasiado sus formas, y que por cierto eran bastante abundantes.
- ¡Olma, querida! - exclamó.
- ¡Ormoní! ¿Que haces aquí?
- Es una larga historia Olma. Pero... ¿Quién es este hermoso ejemplar terreno?
- Es el teniente Haffner, Ormoní, ven a conocerlo.
Cuando me tomó las manos, me sentí goloso como un bebé hambriento frente a una teta. Oleadas de sensualidad se desprendían de ella, el aroma de su cuerpo me castigaba con su fragancia.
-¡Vaya Olma!, tu nunca perderás la suerte querida. ¡Bienvenido Teniente!
Yo miraba las opulencias que se veían debajo de la túnica, con ojos extraviados y sonriendo estúpidamente, cuando Olma intentó el rescate:
- ¿Donde está Alemul, querida?
- Durmiendo tesoro, durmiendo. Mi amor nunca puede hacer otra cosa después de disfrutarme.
¡Además engreída! - pensé - pero tenía conque.
- Pero Ormoní, ¿Que hacen los dos aquí? Si deberían hallarse a mucha distancia.
- Te contaré - dijo sentándose en medio de los dos, mientras su proximidad acrecentaba mi sufrimiento.
- Minutos antes de partir, nos avisaron que el viaje se cancelaba, debido a los problemas existentes más allá de las montañas. Tenía mucho entusiasmo con esta misión y me acompañaban dos tipos formidables, de modo que la noticia no me alegró en absoluto. Salí de Seguridad muy enojada y no se me ocurrió pensar que a Alemul podría haberle pasado lo mismo. Humni estaría durmiendo y yo no sabía qué hacer con mi mal humor. Entonces pensé en el "Centro Sexual" y se me ocurrió visitarlo como una excelente solución.
¿El Centro qué?, solicitaron mis oídos, quejándose como huevos en la sartén.
- Olma rió expresivamente y dijo:
- ¡Querida!, aplicas tu erotismo en todos los sucesos de tu vida.
- ¿Crees que es malo? - interpeló Ormoní.
- No, en absoluto; es tu naturaleza - respondió Olma.
- Bien, prosigo entonces: Cuando llegué al lugar, fui saludada por varios amigos y recibí invitaciones de un par de estupendos jóvenes, alguno de los cuales he disfrutado alguna vez; pero ninguno me atraía demasiado como para sacarme del enojo. Entonces fui hasta el bar a tomar un trago en la barra y ¿a que no sabes a quién encontré?
- ¡No!, dímelo - dijo Olma.
- ¡Al viejo Abunkadi!
-¡Abunkadi!, "tu eterno cortejador".
- Sí, sabes que ese hombre me desea desde que era una jovencita y su mayor satisfacción sería acostarse conmigo. Nunca lo acepté, no porque fuera desagradable, sino porque la diferencia de edad me crea una cierta inhibición.
Olma rió a carcajadas; mientras a mí, un cosquilleo me recorría el vientre, concentrándose luego entre mis piernas.
- Pero esta vez - prosiguió Ormoní - la cosa fue distinta. Cuando lo vi., supe que era lo que necesitaba para ahogar mi rabia y presa de una especial excitación, que por supuesto supe disimular, me acerqué a él. Lo llamé por su nombre y se dio vuelta: Cuando me descubrió sonriéndole, apenas envuelta en una bata color rosa, Abunkadi casi pierde su asiento; tumbó su copa y se quedó mirándome sin poder creer en su suerte. Luego reaccionó y me invitó a sentarme a su lado, haciendo gala de su proverbial elegancia y amabilidad. Dialogamos un rato y cuando asumió mis intenciones se apresuró a proponerme que nos retiráramos a una habitación. Acepte la propuesta y mientras terminaba mi copa, observé como se le excitaba la voz y aparecía un casi imperceptible temblor en la mano conque sostenía su vaso.
- No era para menos, el hombre estaba por cumplir el mayor deseo de su vida - interrumpió Olma.
- Justamente y pensar eso, acrecentó mi excitación, pero cuando nos deslizábamos de los asientos, levanté mi vista y vi venir a Alemul directamente hacia nosotros. Por supuesto, corrí a su encuentro sorprendida por su presencia y en la mitad del beso con que lo recibí, recordé a Abunkadi. Fue la situación más embarazosa que he vivido en mi vida: Estaba a punto de acostarme, sumamente excitada, con un hombre que me desea desde que era casi una niña y justo en ese momento llega el hombre que amo.
- La cara de Abunkadi era una máscara de desconcierto y desolación, mirándonos. Entonces Alemul, el magnífico hombre que tengo por esposo, tuvo uno de esos gestos de nobleza, habituales en él, que lo convierten para mí en un hombre irremplazable.
Dándose cuenta de la situación, sugirió que ambos prosiguiéramos con nuestros planes previos, como si estuviéramos solos, dado que el tenía en vista a una joven deliciosa con quien intimar.
-¿Te das cuenta Olma? ¡No solo me permitía proseguir lo comenzado, sino que además cargaba él con la responsabilidad de la decisión!
Humm, en Nápoles se diría "cornutti", rumié mientras ella proseguía.
- Jamás dejaré de amar a este hombre aunque a partir de hoy mismo cambiara su personalidad. Ya es tanta la riqueza que me ha dado con su comprensión, que lo seguiría amando aún cuando no me alimentara sexualmente y sabes lo que eso significa para mí.
- Lo sé Ormoní, lo sé, continúa. ¿Que pasó luego?
- Bien, no acepté la propuesta de mi esposo y le pedí que me aguardara en el extremo de la barra. Me acerqué a Abunkadi y le expliqué que ya no sería lo mismo, que yo no podría responder a sus requerimientos como estaba dispuesta a hacerlo cinco minutos antes. No necesité mucho tiempo; Me respondió diciendo que ya le había cambiado la vida, al transformar su sueño en una posibilidad real, que ahora, cada segundo de su vida estaría consagrado a esperar y como no pensaba morirse todavía, yo tendría tiempo para regresar. Así puso punto final a la situación; con un chiste y absoluta caballerosidad. Cuando me alejaba, juro que sentí sus manos y sus labios recorriendo mi cuerpo. Hemos decidido con Alemul, que este hombre se merece lo que desea y haremos que lo obtenga a la brevedad.
A esta altura del relato, los pensamientos en mi cabeza corrían como caballos desbocados en la última carga de la brigada ligera. Pero ella continuó:
- Después de eso, nos vinimos a casa y el resto ya lo sabes.
- Bueno, no todo el resto - dijo Olma.
- ¿Quieres que te lo cuente?
- ¡No, no!, por la "Suprema Energía " - Se apresuró a responder Olma.
Cuando pude sustraerme del brebaje de asombro, erotismo e incredulidad en que me había sumergido el relato; busqué con la mirada al niño.
Humni estaba abocado al análisis de una pantalla de computadora y parecía no haberle prestado ninguna atención a lo sucedido. Me levanté y fui hacia él, preguntándole qué hacía.
- Consulto bibliografía sobre diversos temas - contestó.
- ¿Cómo lo haces? - insistí.
- Primero individualizo el área a consultar; Luego, la sub. área o subgrupo respectivo, así hasta llegar a lo que deseo (en este caso, los libros históricos más importantes de nuestra comunidad, que se hallan archivados en micro discos); después elijo uno, analizo su índice y coloco en pantalla el capítulo que me interesa; entonces voy leyendo, escuchando u observando, o las tres cosas a la vez, según convenga a mis hábitos de trabajo.
- ¿Que son los micro discos? - pregunté.
- Son pequeños discos de material inalterable al tiempo, de gran capacidad de almacenamiento y de lectura láser; prácticamente eternos de no ser agredidos físicamente, donde se pueden guardar imágenes y sonidos a la vez y que por ser leídos por una luz pueden ser reutilizados indefinidamente; además, ocupan muy poco espacio.
- ¡Es magnífico! - expresé.
- No sé si será magnífico, pero es rápido, efectivo y seguro - contestó.
Y siguió manipulando su computadora en lo que me pareció un claro gesto de dar por terminada la conversación.
¿Pero qué demente sociedad es ésta?, me pregunté confundido; Donde las esposas eran una especie de hetairas oficializadas y los niños unos monstruos impasibles.
Ormoní, se acercó en ese instante a mí, con un vaso en la mano.
-¿Quiere beber, teniente? - y agregó:
-Disculpe a Humni, por favor, cuando está trabajando se rodea de un campo de fuerza ciertamente inviolable.
- No menosprecies la inteligencia del Teniente, Madre. El es un profesional militar en el exterior y sabe reconocer sin duda una concentración de trabajo - contestó el niño en un tono tan respetuoso como seguro en su convicción.
No me quedó más que asentir, en resguardo de mi "inteligencia" y a la madre callar y regalarme una sonrisa. Cuando estuvo a mi lado, los poros de mi piel se abrieron como flores buscando el sol y cuando se alejó envuelta en su semitransparencia, comprendí el sufrimiento de Abunkadi, aún sin conocerlo.
Olma habló desde lejos:
- ¿Sabe Teniente?, Ormoní puede considerarse una piloto de combate, como usted.
- Sí, sólo que mis combates seguramente son más divertidos que los de él - interrumpió Ormoní.
¡Pero con esta mujer, Freud nunca hubiera sido discutido!, me dije mientras las observaba a las dos: Cuando miraba a Olma me sentía un jardinero ante una bellísima y exótica flor. Cuando miraba a Ormoní, era un gorila hambriento ante su fruta preferida.
Cuando nos retiramos y ya en el vehículo pregunté:
- Olma, ¿Puedes explicarme qué demonios es el "Centro Sexual"?
Se rió y dijo:
- Ese no sería el nombre exacto, pero es probable que no haya en tus archivos nada que lo identifique mejor. De todos modos esa es su connotación, así que lo llamaremos como tú lo nombras. Pero antes, tengo que explicarte cuál es nuestra conceptualidad, sino no podrías comprender su función.
- Soy todo oídos - contesté.
- Nuestra sociedad es con respecto a la tuya, técnica e intelectualmente diferente. En nuestro discernimiento es el "Ser" el que importa y no otros intereses. No se nos ocurriría jamás suprimir o condicionar un instinto natural, sino perfeccionarlo socialmente para disfrutarlo en todos sus matices. En tu sociedad, los seres suelen ser neuróticos o perversos, porque se conocen mal, o no se conocen, al cubrir con artificios defensivos su dinámica instintiva. Los tremendos condicionamientos de tu esquema social, sujetos a permanentes intereses religiosos, políticos, raciales, etc., les impiden aceptar socialmente, verdades analíticas de gran simpleza; como por ejemplo, que la abundancia de copulación en nuestra especie, se debe, no al interés de producir retoños, sino al reforzamiento del lazo entre la "pareja humana" ( no la pareja social ) gracias a los mutuos goces de los compañeros sexuales.
Entonces, la reiterada consecución de la consumación sexual, no es, para la pareja humana, (macho/hembra) más que una sana tendencia con base profundamente biológica, a través de la cual los seres se encuentran consigo mismo como unidad y la vez con la especie en si misma.
Pensé: ¡Que bien me hubiera venido ese argumento, para algunas amigas que nunca pude convencer!; y ella continuó:
- Aquí el placer no se considera una debilidad ni se opone a la moral; tampoco existe la lucha entre los sexos, la mujer no pretende ser "igual al hombre" porque sabe que es sencillamente "lo otro" con el mismo valor. Podríamos decir, hombre "centrifugo" y mujer "centrípeta", dos componentes de una misma fuerza. Además, para nosotros la sexualidad es un valor "cualitativo" y no "cuantitativo", de ahí que nos preocupa vivirla de la manera en que a cada uno le llega con mayor "calidad". A nosotros no nos asombra un adulto "virgen", si ha sido por predilección. Tampoco nos asombra una mujer o un hombre disfrutando del sexo a temprana edad, si es por la misma razón. Dentro de nuestra sexualidad no existe el heterosexual y el homosexual, aunque esta última es una condición que aquí no aparece aislada sino conjugada con la primera. Nuestras primeras experiencias sexuales pueden darse con cualquiera de los dos sexos y son invariablemente validas. Aceptamos la relación monogámica y la poligámica, siempre que sea por "predilección" y no por "compulsión". Todo esto, al estar socialmente aceptado, está por consecuencia, comunitariamente organizado, con la privacidad y el respeto que la importancia de la necesidad requiere.
Mi condicionada cabeza trataba de racionalizar la explicación y se quedaba en una especie de prostíbulo generalizado, aunque no fuera lo que ella estaba describiendo; pero no solo fui prudente sino que recordé el enojo que provoque una vez en un viejo profesor de historia que nos hablaba de las conquistas de Alejandro Magno, y al que yo interrumpí preguntándole si este era homosexual, pero utilizando un apelativo más crudo. El profe contestó que la pregunta, revelaba mi nivel de ignorancia sobre el mundo griego de entonces, donde la sexualidad no estaba separada por géneros. De modo que yo disponía de un antecedente histórico en mi propia sociedad.
- Humm...voy comprendiendo- dije - Pero exactamente ¿Que pasa en el Centro Sexual?
Olma volvió a reír y contestó:
- Allí deberás dirigirte cuando necesites encontrar una pareja sexual. Pero antes deberás cumplimentar ciertos requisitos que exige la comunidad; luego, podrás venir y lo disfrutarás.
Si había dos como Ormoní, seguro que los requisitos comenzarían por vitaminizarse. Pero solo la idea de que la última frase fuera una invitación, me provocó cosquillas en el cuerpo y un poco para evadirme de la idea pregunté:
- ¿Y el amor Olma, qué significa para ustedes y cómo lo identifican y practican?
Hizo un largo paréntesis y luego contestó:
- El amor significa para nosotros un acto mediante el cual nos conectamos con la "Suprema Energía Universal"; (Para ustedes sería como comunicarse con Dios)
Nuestras investigaciones científico – filosóficas, nos hacen conceptualizar que tanto al Universo como a la vida en si misma, lo rigen dos energías; una "positiva" y una "negativa", cada una de las cuales es el resultado antitético demostrativo de la existencia de la otra. Es decir: individualizamos las sombras porque conocemos la Luz, de otra forma no podríamos hacerlo.
Y al amor, expresión máxima de la energía positiva, lo encontramos en la ternura, en la generosidad, en la entrega; en todas las cosas bellas que pueden surgir de lo que ustedes llaman el "Espíritu" de una persona. En nosotros, "amor" como concepto es dar y compartir y sólo como resultado, poseer y recibir. La antítesis de estos sentimientos positivos, son las partes integrantes de la "otra energía", que convive con la primera no sólo dentro del macrocosmos del universo mismo, sino en el microcosmos de cada ser; es la que incita a quitar, a negar, a destruir. Pero hay algo definitivo: sólo se puede amar en la proporción en que se es capaz de odiar, y sólo se puede odiar con el mismo nivel de pasión conque se ama. Allí está la gran elección del ser humano: en cual de las dos pasiones está decidido a controlar, con quienes y hasta qué límite y en eso; el medio social tiene una tremenda influencia.
Terminaba su frase, cuando una aguda sirena resonó alarmante a lo largo del conducto donde viajábamos. Casi al unísono, todos los vehículos se desplazaron a un costado deteniéndose; Olma fue de las primeras en hacerlo, al tiempo que decía:
- ¡Seguridad en acción de emergencia, no te muevas!
Tal vez por disciplina militar, permanecí quieto sin preguntar nada. Una secuencia de chasquidos y gritos llegaba a mis oídos. Las personas detenidas cerca de nosotros denotaban alarma en sus semblantes, pero permanecían quietas en sus sitios. De pronto, un hombre apareció corriendo desde un conducto transversal cercano. Saltaba, ocultándose entre los coches detenidos, empujando groseramente a la gente y disparando un arma larga, emisora de un haz de luz, que cuando chocaba contra los vehículos o las personas, las despedía violentamente causando enorme confusión y seguramente daños.
Lo perseguían efectivos de seguridad, fácilmente identificables en sus trajes rojos, disparando armas cortas que emitían luces de colores diferentes; unas provocaban impactos como el arma del fugitivo, otras al parecer eran paralizantes.
Era evidente que el hombre que huía (o pretendía hacerlo) basaba su estrategia en la utilización de las personas y vehículos como escudo, de ahí su empeño en disparar su arma contra los vehículos detenidos, ocupados y vacíos, porque los iba colocando como barrera en su desplazamiento, lo que impedía a las fuerzas de seguridad, eliminarlo sin arriesgarse a dañar a otros.
Los hombres de seguridad, muy pertrechados a juzgar por la cantidad de componentes de sus equipos, avanzaban moviéndose con cautela y tranquilidad, mientras que el fugitivo denotaba una desesperación peligrosa.
En su desplazamiento, tomó a una joven de un brazo tratando de usarla como escudo y cuando el hombre que la acompañaba trató de impedirlo, accionó su arma impactando de lleno en el mismo, que se derrumbó en el acto.
Un miembro de seguridad, se movió hacia el centro del conducto, en un acto reflejo por impedir la acción sucedida y el fugitivo disparó contra él. El soldado, recibió de lleno un rayo amarillo que casi incineró el centro de su cuerpo, cayendo envuelto en humo y sin duda alguna, muerto.
Allí fue cuando los miembros de seguridad, perdieron la paciencia. Un haz de luz roja salió del arma de uno de ellos, pegando en una pierna del fugitivo a la altura del muslo; perforándola, así como al vehículo que estaba detrás y por último, a la pared del conducto.
Olma ordenó, sin lugar a dudas:
¡Al suelo Teniente, están usando rayos desintegradores!
Al segundo, mi cara tocaba el límpido piso del conducto, junto a ella.
- El impacto recibido en la pierna hizo que el fugitivo perdiera el equilibrio y la chica lograra soltarse. El individuo trató de dañarla al ver que se le escapaba y descuidó la atención sobre sus contendientes. Recibió entonces de lleno, cinco golpes de luz amarilla que prácticamente lo incineraron en el lugar donde se hallaba. Los miembros de seguridad siguieron avanzando y al llegar hasta él, uno de ellos descargó la luz roja de su pistola, con la cual desintegró totalmente al sujeto al punto de borrar inclusive el tramo de piso donde se encontraba, quedando un agujero a través del cual se podía observar el carril inferior. Este último disparo me pareció totalmente innecesario, sobre todo considerando el efecto devastador de los impactos anteriores.
La sirena se apagó y los movimientos y murmullos comenzaron nuevamente. El llanto de la muchacha, se destacaba entre los demás sonidos, mientras era rodeada por otras personas y el personal de seguridad. Aparecieron varios vehículos con hombres de rojo, algunos hombres de verde que se abocaron a ubicar los vehículos y en instantes llegó otro tan blanco como los hombres que lo tripulaban que evidentemente pertenecían al Centro Médico. De inmediato, comenzaron a actuar: Inclinaron el cuerpo del joven caído, rotándolo de un costado, colocaron de ese lado una delgada plancha, lo volvieron sobre ella e introdujeron otra similar del otro lado que se adhirió a la anterior conformando así una plataforma que les sirvió para levantarlo e introducirlo en un cilindro transparente al que estaban conectados diversos dispositivos, sobre un vehículo. Con el miembro de seguridad, actuaron de la misma forma, introduciéndolo en otro cilindro. En un vehículo abierto subieron a varias personas aparentemente lesionadas o shockeadas.
En breve, se retiraron todos los componentes del servicio médico y casi todos los de seguridad. Actuaron entonces los de tránsito y convergencia. Los hombres de verde limpiaron el lugar y organizaron el desplazamiento de los vehículos y transeúntes detenidos; no sin antes permitir que cada persona introdujera su tablilla de identificación en las bocas terminales cercanas, antes de retirarse.
Cuando Olma me invitó a hacer lo mismo, después de hacerlo ella, pregunté la razón y me explicó que debíamos registrar nuestra presencia en el lugar del hecho, porque éramos testigos de lo ocurrido y que además, en la primera oportunidad que tuviéramos, debíamos expresar nuestra opinión sobre lo sucedido, pues aunque era evidente que el hombre abatido era un delincuente peligroso, así lo determinaban las reglas.
En pocos minutos sólo quedaba el agujero en la calle como constancia de la tragedia y ya los hombres de verde colocaban un dispositivo que seguramente serviría para su reparación.
- Esto se pareció mucho a mi sociedad - dije algo irónicamente.
- Estos hechos se parecen entre sí en todo el Universo - me contestó extrañamente seria.
- Perdón - proseguí - no quise ser agresivo ni ofenderte, creo que hablé como un tonto.
- ¡OH! no temas, mi preocupación no se debe a tus expresiones, sino a los hechos. Es muy grave que el individuo haya burlado los controles de seguridad y llegado al interior de la ciudad. Creo saber cómo lo ha hecho y de ser como creo, eso ha costado más de una vida. Además, el oficial al mando del grupo de seguridad era "Wicort", un gran amigo mío y creo que ha cometido un grave error al usar los rayos desintegradores finales innecesariamente.
Corrió peligro la vida de mucha gente y eso es algo que un miembro de seguridad no debe descuidar nunca. Creo que ha perdido su puesto y verdaderamente, lo lamento.
- Pero Olma, el individuo era obviamente peligroso - expresé.
- Sí, el fugitivo era un enfermo asesino, creo saber quien era aunque había cambiado su fisonomía; pero justamente por eso, la sociedad con él dentro de la ciudad ya corría demasiado peligro, no se le puede agregar una acción de seguridad deficiente. Creo que Wicort perdió la cabeza, cuando vio caer muerto a "Zamulón", su compañero, que también era su amigo.
Enmudecí y seguimos avanzando rápidamente envueltos en el zumbido de abejorro del vehículo. Lo dejamos en Convergencia y abordamos el carril hacia el centro de seguridad sin pronunciar otra palabra. Olma avanzaba con evidente prisa; en el trayecto, nos cruzamos esta vez con dos seres extraños para mí, que viajaban en la cinta contraria. Uno era igual al hombrecito verde que viera antes; el otro, extremadamente delgado y alto, de piel muy blanca y cráneo alargado. Respeté la prisa de mi compañera y no pregunté nada.
Atravesábamos el enorme hall, cuando vimos acercarse a un grupo de seguridad. Olma se detuvo y miró al hombre que iba adelante con mirada interrogante. Resultó ser Wicort. Ambos se estrecharon en un abrazo. Aún permanecían tomados de los brazos cuando Wicort dijo:
- No pude evitarlo Olma, ese maldito animal asaltó la estación médica del asteroide 31, ayudado por dos errantes con quienes se asoció momentáneamente. Se hizo una operación quirúrgica a imagen de un integrante del correo ínter espacial a quien por supuesto asesinó; como mató luego a todos los integrantes del servicio médico y a las familias de un transporte turístico que recaló en el lugar. Mató y violó sin necesidad, utilizó a niños de rehenes para conseguir sus objetivos y cuando llegó aquí, disfrazado de correo, engaño a Semelquí, una novel agente de seguridad a quien me une una especial afectividad y luego de conseguir entrar a la ciudad intentó asesinarla, dejándola herida gravemente. Si salva su vida nunca podrá volver a integrar el cuerpo de seguridad que era su mayor ilusión, y por último y ya acorralado, tú lo viste, asesinó a Zamulón, nuestro querido amigo.
No pude evitarlo Olma, por nuestras reglas de prudencia operativa este hijo de perra dañó a un montón de gente que podría haberse salvado. Hace tres meses yo pude matarlo en Titán pero me abstuve de disparar porque podía dañar tal vez a dos personas; en el tiempo transcurrido desde entonces este monstruo mató a veintisiete. Esta vez, tenía que asegurarme de que desapareciera hasta el polvo de esa bestia canalla. Se estrecharon nuevamente, tras lo cual Olma pregunto:
- ¿Qué ordenó la Regencia?
-Que descansemos hasta su aviso, retirados del servicio; sabes que eso puede significar el final de mi función como oficial de seguridad, amiga mía, pero créeme, no lo lamento, no lo lamento -
Y Wicort se alejó, seguido por sus hombres, repitiendo las últimas palabras. No pude contenerme y exploté en una pregunta:
- ¿Cómo evolucionan individuos como el fugitivo en una sociedad tan controlada como ésta?
- Porque en realidad, no pertenece a nuestra sociedad, no hubiera podido sobrevivir así. Su psicopatía no podría haber crecido sin ser detectada por el servicio médico y eventualmente controlada por seguridad. Los "errantes" que mencionó Wicort son inadaptados sociales normalmente recluidos en centros de recuperación que escapados de alguno de ellos; generalmente no son más que vagabundos rateros cuya única esperanza suele ser lograr burlar el cordón de vigilancia que rodea la tierra y confundirse dentro de tu sociedad. Eso es algo muy difícil de lograr y de suceder son rápidamente descubiertos por nuestra gente y vigilados en su accionar. A veces, si no llevan armas ni equipo alguno que nos pueda comprometer, se los deja vivir entre ustedes, otras, son recapturados y en algunos casos definitivamente eliminados. Estos tuvieron la mala suerte de cruzarse en el camino de un peligroso criminal.
- ¿Entonces? - insistí -
- Sucede que este individuo nació en una comunidad estelar de trabajo, debido a la irresponsabilidad de sus padres; una pareja que cometió el error de colocar sus convicciones sobre las determinaciones de una sociedad sana, que tras siglos de experiencia y estudios, ha conseguido estructurar una comunidad liberada de los horribles flagelos que afectan a otras.
Haber procreado a un niño en una Colonia Estelar, sin la cobertura social adecuada, en circunstancias estrictamente prohibidas por los riesgos inherentes a la situación, fue un acto de negligencia y capricho incomprensible, que la pareja pretendió enmascarar en un acto de amor, con la complicidad de otros jóvenes rebeldes de esos que insisten en "cambiar lo establecido" sin analizar demasiado las razones que hay detrás de las reglas.
Fue en una colonia experimental ocupada sólo por personas jóvenes en donde por una u otra razón adhirieron todos los responsables de los distintos sectores a la misma falta. Fue un error que nunca más se cometió y todas volvieron a la exigencia de ser "intergeneracionales".
El niño tuvo que crecer oculto, entre adultos, sin atención físico - psicológica ni educacional adecuadas, dentro de una estructura social donde no había un solo lugar pensado para él. Aprendió a mentir y a violar disposiciones a una edad en que nuestros niños asimilan el valor de la verdad, comprendiendo que la evaluación más inteligente no sirve, si los parámetros que se manejan son falsos; y que el respeto a las reglas establecidas por sus mayores, los llevará en el futuro a ser los encargados de mantenerlas o cambiarlas.
De haberlo detectado, la Regencia hubiese trasladado el núcleo familiar de inmediato, pero no pudo hacerlo debido a la complicidad de todas las áreas. En pocos años los padres y sus amigos comprendieron el error cuando se encontraron ante un ente antisocial que no respetaba a nada ni a nadie. Cuando sucedió, no supieron cómo corregirlo y un día, en una de las naves de carga que pasaban por el lugar, el muchacho desapareció.
Los padres se suicidaron poco tiempo después de ver a su hijo catalogado por las fuerzas estelares como "criminal peligroso". El suicidio de la pareja rompió el secreto y la Regencia fue implacable con todos los integrantes de esa comunidad. Los que no fueron ejecutados, fueron encarcelados por toda la vida; los que huyeron fueron perseguidos sin descanso hasta atraparlos y el sistema experimental de comunidad juvenil se convirtió de hecho en una mala palabra. Tanto, que en cada generación, llamar a alguien por el nombre de alguno de sus integrantes significa un desmerecimiento agresivo.
Paradójicamente el ente principal de este conflicto desarrolló una habilidad sin precedentes para burlar a las fuerzas estelares, protagonizando una larga historia, de la cual tú pudiste ver hoy el final, cuando las armas de la patrulla terminaron con una vida que nació, vivió y murió tristemente, arrastrando en su enfermizo placer de violar reglas, a muchos inocentes que vivían felices al amparo de ellas.
Avanzábamos conversando por el vestíbulo, cuando Olma me detuvo un momento. Observaba a un hombre delgado y alto de tez muy pálida, que se acercaba lateralmente. Cuando llegó a nosotros, lo detuvo y saludó con gesto respetuoso, casi ceremonioso, algo que yo no había visto antes en ella. Conversaron brevemente. El hombre dirigió una mirada fugaz a mi persona y luego prosiguió su camino. Yo no podía contener mi curiosidad, pero Olma la satisfizo enseguida.
- El hombre que acabas de ver es Osmón, uno de nuestros más avanzados científicos en el campo del estudio y utilización de energías. Está programado que se entreviste con vuestro profesor Kingston en una próxima reunión, pero ahora no quise detenerlo ni un minuto más, porque sé la enorme importancia que tiene para él reunirse todos los días jueves con Astharot en el núcleo habitacional de ancianos.
Me cedió la entrada al elevador y siguió alimentando mi curiosidad.
- Es un lugar de nuestra comunidad donde cuidamos de los ancianos que por impedimento físico o psíquico, ya no pueden valerse por sí mismos; está fusionado con la guardería infantil, aunque con distintas estructuras de atención.
Debo haberla mirado con el ceño fruncido porque explicó:
- Nuestra comunidad ha comprobado las enormes ventajas que se obtienen de la función vivencial niño - anciano. Astharot es un científico nuclear nuestro, de gran prestigio por sus descubrimientos, que sufre pérdida de la memoria y tiene dificultades locomotoras.
- ¿Que tan anciano Olma? - pregunté.
- Como si uno de ustedes estuviera entre los cien y ciento veinte años; por supuesto Astharot tiene más que eso.
Miré a la bella mujer que me acompañaba, a quien le conocía el cuerpo desnudo y recordaba fielmente la imagen de su piel, negándome a creer que tal vez me doblara en edad y pregunté:
- ¿A qué va Osmón a ver a Astharot?
- Osmón fue discípulo de él en sus estudios y recuerda un comentario de su profesor sobre la posibilidad de controlar una fuente de energía superior a todas las utilizadas hasta el momento. En aquel entonces, como estudiante, lo tomó como una de las tantas tareas de práctica; pero hoy, ya avezado científico, se encuentra abocado a un trabajo de investigación que trata justamente sobre aquella teoría. Osmón tiene la certeza de que está en el camino correcto, pero llega a un punto en que se encuentra con una dificultad que no puede superar. Admirado de que tantos años antes su docente transitara la teoría completa del mismo proceso que el está ahora investigando; acude a conversar con el todas las semanas, uniendo a su relación afectiva el interés y la esperanza de que éste, en un momento de lucidez en sus recuerdos, le dé la punta del hilo que necesita para desenredar su madeja.
- Parecería una relación más por interés que por afecto- comenté.
Es válida tu observación, pero Osmón ha hecho público su interés por Astharot y la importancia del aporte de sus conocimientos en sus trabajos. Ha llegado a adjudicarle a él varios de sus éxitos profesionales que sus ayudantes saben que son de su mérito propio. Además, los que lo conocemos sabemos de su capacidad profesional y también del grado de afectividad que siempre lo unió a este maestro. No creo que la comunidad tenga nada que reprocharle en esa relación. ¿Quieres conocer el lugar adonde va Osmón?
Acepté inmediatamente, pues de todos modos hasta ese momento no me había divertido demasiado con ella. Es más, de haber estado en el trayecto del primer disparo de Wicort, yo a esa altura del día ya estaría practicando con la Lira y un coro de ángeles, de modo que no tenía nada que perder.
Olma condujo el vehículo rápidamente por los conductos, sin pronunciar palabra; mientras tanto, yo observaba el entorno y las actitudes de la gente. El bullicio era parejo, de bajo tono, sin estridencias. En un momento, pasamos por un local de donde salían gran cantidad de jóvenes, hablando entre sí. A partir de allí, en cada terminal (y había muchas) los muchachos y las chicas se concentraban esperando turno para utilizarla. No lo había visto antes, de modo que pregunté que pasaba:
- La juventud se ha mancomunado para solicitarle a la Regencia, que revoque una decisión sobre una metodología de estudio.
- Pero cómo, ¿no ha surgido de una compulsa?
- Sí, pero los jóvenes solicitan una nueva y exponen sus razones.
Quieren una compulsa de jóvenes y una de adultos sobre el mismo tema; pretenden demostrar que entre ellos la opinión es unánime, que el peso de la diferencia lo dan los adultos, que en su mayoría conocen pero no viven la situación como ellos. Hasta le han puesto una premisa al movimiento y es: "Vivir es cambiar, cambiar es crecer, crecer; aprender".
- Y ¿que crees tú que suceda?
- La Regencia les contestará que se puede vivir, cambiar, crecer y aprender en conjunto con los mayores. Todos los antecedentes anteriores de separaciones generacionales para la operatividad han fracasado, algunos trágicamente como el que vimos concluir hace un rato. Parece que la interrelación generacional es imprescindible para mantener una dinámica lógica; ni muy acelerada e irreflexiva, ni muy reflexiva y lenta. Así es entre los animales y nada más sabio que la naturaleza. Yo conozco el tema, trabajo con ellos. Los reclamos juveniles son cíclicos y tienen su parte de razón, pero también la tiene la Regencia, la que además es responsable de la seguridad social y la efectividad de las instituciones.
Sólo en ese momento reparé en que Olma vestía de amarillo, color que correspondía al área de Educación y sin embargo, me había sido presentada como "capitana de vuelo".
- Olma - pregunté - ¿por qué tu traje es amarillo y no rojo?
- Como podrás observar - respondió parándose frente a mí - en los rectángulos verticales que tiene mi traje a ambos lados del pecho y de la espalda, hay una franja de color rojo con un número amarillo en el de la izquierda y un número rojo dentro del espacio amarillo de la derecha.
No le contesté porque realmente no sabía, si nunca los había visto porque miraba otras cosas en ambos lados, o porque los había tomado como elementos decorativos del traje sin darle importancia. Y ella continuó:
- El traje amarillo determina mi función social básica. El número amarillo, la graduación dentro de esa función. El rectángulo rojo determina mi función secundaria y el número rojo, mi categoría dentro de ella.
- ¿Función básica y función secundaria?
- Así es; cada uno de nosotros en principio, se prepara para ocupar un puesto de trabajo de acuerdo a las necesidades de la comunidad y a la evaluación de sus aptitudes. Lo único que puede ocasionar un cambio, es su incapacidad, algo que nadie se atrevería a fingir, porque eso reduciría sus posibilidades para ocupar un puesto secundario, que generalmente es el vivencial. Yo me preparé como educadora porque así lo requería la sociedad en ese momento; mientras tanto, en los tiempos libres estudiaba la carrera que era afín a mi vivencialidad.
Al año de desempeñarme como educadora con mi mejor dedicación, se me ofreció la posibilidad de comenzar las prácticas de vuelo; dos años después empecé a realizar suplencias autorizada por la Regencia y hoy efectúo las dos profesiones a la vez. Durante el período en que se realizan suplencias, ese tiempo no se computa para el cupo de consumo, pero sí para la posibilidad de acceder a la titularidad del puesto que a uno le gusta.
Como podrás ver, en nuestra sociedad nunca falta quien quiera ocupar un puesto de trabajo, porque detrás de cada titular hay una fila de suplentes dispuestos a demostrar que son aptos para trabajar en la tarea que realmente les agrada realizar. Cuando logran la segunda titularidad a fuerza de trabajo y capacidad, pueden ir abandonando el primero, pues les sobra tiempo de descanso computado y siempre hay suplentes en espera. Con el tiempo y a cierta edad, cada cual está en lo que le gusta y a la sociedad nunca le falta trabajadores si no excelentes, por lo menos abocados a lograrlo.
Volví a sentirme mal, como cuando me explicó el uso de la tablilla o cuando me enteré de sus conceptos sobre la vivienda, la comida, el sexo y el amor. "El trabajo", uno de los verbos más difíciles de conjugar en mi sociedad, causa de enfermedades endémicas en el hombre, como la depresión, la angustia, la envidia, el odio, la vanidad; aquí estaba encausado en una disciplina social casi copiada de la naturaleza.
¿Quién se hallaba arriba de la pirámide?, los más inteligentes, los más estudiosos, los más trabajadores. En síntesis "los mejores" y cualquiera podía intentarlo, sin más diferencias que su capacidad y su esfuerzo.
Todo era un regocijante asombro en el lugar donde me hallaba y cada vez más angustiante el recuerdo de la sociedad donde había vivido toda mi vida.
Pero si yo creía que la dosis de asombro ya había terminado, pronto los acontecimientos me convencerían de lo contrario.
Cuando llegamos al edificio donde estaban los ancianos, reinaba allí una febril actividad. Apenas traspusimos el control de seguridad, Olma me llevó rápidamente hacia el elevador del primer hall, sin dejarme curiosear demasiado.
- Quiero que comiences a conocer esto desde arriba - fue todo lo que dijo y ya frente a los ventanales más altos de la esfera, prosiguió:
- Como podrás observar, la esfera en donde nos hallamos está situada en un espacio verde al lado de una calle y unida por un conducto aéreo con otra esfera situada del otro lado en un espacio igual.
Efectivamente, desde donde nos hallábamos se podía observar el otro edificio y el conducto que los unía por arriba de la calle. Estábamos a pleno día y en los dos espacios verdes, había gente al aire libre, algo que no había visto hasta entonces.
- La otra esfera - prosiguió Olma - es un núcleo habitacional infantil y éste, un núcleo habitacional de ancianos; ambos independientes y separados por una calle, pero íntimamente ligados en su vivencialidad diaria. Desde aquí, los ancianos con capacidad locomotora se trasladan hacia la guardería y los niños lo hacen hacia aquí. Así, los primeros amigos de los niños, son los ancianos y los últimos amigos de los ancianos, son los niños.
Los niños escuchan de los ancianos multitudes de historias que ha veces son parte de sus propias vidas adornadas por su imaginación y los ancianos escuchan los proyectos que elaboran los niños muchas veces desarrollados a partir de sus historias. Ambos, niños y ancianos, como se parecen tanto en este momento de sus existencias, fusionan aquí sus vivencias, creando una simbiosis de armonía.
Los pequeños crecen alimentando sus memorias con los relatos, a veces epopéyicos, contados por sus ancestros vivos. Toman conciencia de que los elementos, tanto materiales como conceptuales, que los rodean en su vida diaria; fueron creados por tal o cual abuelo específicamente, o al menos por la generación de un abuelo determinado. Eso infunde respeto, los viejos son "los héroes" de su cotidianidad. Entonces desde el principio cada uno pretende emularlos y también superarlos guardándoles un permanente respeto. Saben que un día, ellos estarán allí, pero no los asusta ni los denigra la idea, porque cuando suceda ellos serán los héroes de las nuevas generaciones, como hoy lo son sus abuelos. Habrán creado, cambiado, agregado y contribuido disfrutando y viviendo, a preparar su mundo para los que vienen después, sin temerle al tiempo. No encontrarás a ningún niño o joven psicológicamente sano de nuestra sociedad, burlándose, avasallando o maltratando a un anciano. Han crecido tomando conciencia de que ellos también son potenciales ancianos; saben que es una cuestión de tiempo, nada más, y lo viven sin angustias.
Dios mío, me dije; "este es el imperio de la cordura", en mi sociedad, la mayoría de los ídolos de la juventud eran mugrientos delirantes, enfermos drogadictos, deportistas animalescos, políticos villanos, empresarios ladrones, falsos representantes de mas falsas creencias y los viejos - pobres viejos - eran algo así como muñecos arrugados que molestaban con su sola presencia. Sin darme cuenta murmuré:
- Tiempo; tiempo para el asombro necesito.
- ¿Qué dices? - preguntó.
- Nada, nada. Prosigue, por favor.
Entonces, me tomó de la mano llevándome otra vez al elevador. Bajamos, para salir por la base de la esfera hacia el exterior. Al hacerlo me llamó la atención un sector en donde atravesamos una pequeña habitación de paredes, piso y techo perforados. Pregunté qué era y ella replicó que lo sabría al regresar.
Ya estábamos en el exterior; arriba, muy alto, la capa de niebla que cubría el valle me impedía ver el cielo, pero no evitaba el paso de los rayos del sol. En el parque había tantos ancianos como hombres y mujeres de blanco; era como si cada uno tuviera un enfermero. No pregunté nada, estaba absorto observando el lugar: Verde, con gran variedad de flores multicolores, con cursos de agua en donde podían verse los peces. Pequeños y armoniosos puentes y descansos de piedra sobre el agua. Un jardín estupendo que esta vez al menos pude parangonar con algo de nuestra sociedad: "Los jardines japoneses"; ellos solían tener lugares tan plácidos, bellos, armoniosos y limpios.
- ¡Que belleza es esto! - exclamé.
-"Como que está hecho por artistas"- dijo Olma.
Bueno, aquí los artistas aplican su genio en cosas útiles y no en estúpidos delirios que después compran a precio de oro gente igualmente estúpida, me dije.
Nos detuvimos junto a un anciano al lado del cual había una mujer vestida con uniforme azul y una niña de no más de seis años que le daba de comer al anciano introduciendo con gran habilidad una cuchara en su boca al tiempo que le decía:
- Debes comer abuelo "Amador", esto contiene el remedio que alivia tus dolores vertebrales y además te alimenta.
Olma me presentó a la mujer, de quien no retuve su nombre, sólo observé que era mayor y que el traje azul tenía algunas franjas blancas, por lo tanto la mujer teniendo una función básica en el área de abastecimiento, era suplente en medicina o cumplía ambas tareas. Me alegré de ir comprendiendo.
Me dirigí a la niña que había atrapado mi atención desde el principio y elogié la forma en que alimentaba al anciano. La niña abandonó un momento la cuchara y tomando una de mis manos a modo de saludo dijo:
- Soy "Alotí" y tú, ¿Quién eres?
- Soy "Gonzalo", respondí sonriendo.
- Tu nombre es extraño. ¿Eres acaso del exterior? en el lugar de donde vienes, ¿los niños le dan de comer a los abuelos?
- Sí, soy del exterior - respondí - y los niños también le dan de comer a los abuelos alguna vez, supongo, pero tú lo haces muy bien.
- Aquí lo hacemos siempre, además yo tengo práctica porque también alimento en mi casa a mi hermanito "Aarim", quien no puede valerse de sus manos porque aún no ha aprendido a hacerlo. Sabes, el abuelo Amador sí lo sabía, pero como es muy viejo, lo ha olvidado, de modo que yo, que lo recuerdo, debo ayudarlo.
Observé su pequeño cuerpo embutido en un traje como el mío, su carita y sus cabellos rubios que llevaba agrupados sobre su cabeza dando nacimiento a una larga trenza que caía por su espalda. Parecía una mujercita en miniatura, abocada a sus responsabilidades.
Intercambiamos algunas palabras más y proseguimos caminando. Todos los ancianos que estaban en el parque se hallaban acompañados por alguien. Algunos estaban sentados en grupo, rodeados de gente más joven y en animada conversación. Entre ellos vimos a Osmón, quien con un grupo de personas de distintas edades -la mayoría vestidos de verde- platicaba riendo con Astharot.
- ¿Por qué tanta gente de verde? - pregunté.
- Porque Tránsito y Convergencia, está agrupado dentro de Servicios y Producción. Comprende una gran cantidad de especialidades Técnico-Científicas. La mayoría de los presentes, son alumnos de Osmón, de nivel Universitario.
Recorrimos un momento más el lugar y fue entonces cuando presté atención a una voz de atrapante modulación que en tono suave y armonioso se difundía por el ambiente.
-“Compártelo todo - Juega limpio - No pegues; habla - Devuelve las cosas adonde las encontraste - Limpia lo que ensuciaste - No te lleves lo que no es tuyo - Pide perdón cuando ofendas o lastimes a alguien - Lávate las manos antes de comer - Esto es muy importante.”
Las frases se repetían con ligeras variantes a intervalos regulares y yo escuchaba asombrado como se utilizaba apropiadamente para la formación de los niños una técnica que en mi sociedad también se utilizaba con éxito, sólo que para vender porquerías que jamás se hubieran impuesto por sus virtudes naturales. Nuestro grado de necedad crecía a cada instante dentro mío hasta hacerme sentir culpable de ser lo que era y pertenecer adonde pertenecía.
Olma interrumpió mis cavilaciones invitándome a regresar al edificio. Cuando entramos, me detuvo en la habitación que me había llamado la atención al salir y dijo:
- Ahora sabrás para que sirve.
Activó su función y entonces recibimos el embate de distintas corrientes de aire en ángulos diferentes; era perfumado y fresco. La miré y dio su explicación:
-Desinfección; no podemos permitir que entren gérmenes a la ciudad. Si bien el ámbito exterior bajo la niebla está controlado, la asepsia de la ciudad es superior y nuestras defensas; diferentes a las tuyas.
Tomamos el ascensor directamente a la parte superior, dejando de lado la visita a los distintos pisos. De hecho quería llevarme adonde estaban los niños. Transitamos el tramo de unión entre las esferas y bajamos hasta la puerta del otro edificio.
Salimos a un parque similar al de los ancianos, poblado de niños de distinta edad que jugaban y reían. Cuidándolos había preponderancia de adultos vestidos de amarillo, algunos de blanco, otros de azul, verde y hasta varios de rojo. De modo que concluí en que los niños eran atendidos por los cinco organismos centrales de la sociedad. Aquí también se escuchaba la voz anterior pero también había multitud de carteles esparcidos por el lugar le pedí a Olma que me leyera algunos:
- Si no puedes hacer lo que quieres, trata de querer lo que haces - Si abriste; cierra - Si desordenaste; ordena - Si ensuciaste; limpia - Si rompiste; arregla - Si no te pertenece; pide permiso - Si te lo prestaron; devuélvelo - Olma se detuvo de pronto y exclamó:
- ¡Excelente! se están preparando para una excursión a los bosques, afuera del límite de la ciudad; sería estupendo que pudiéramos ir con ellos.
Solicitó que la esperara un momento y se dirigió a conversar con varias personas de los organismos presentes. Yo me quedé pensando y observando el lugar; los chicos mayores preparaban ciertos elementos y los acomodaban en recipientes anatómicos que colocaban en sus espaldas y en sus cinturas. Los más chicos, correteaban ajenos al resto. Un grupo de ellos, se aproximó a mí corriendo y persiguiendo a un pequeño animal del tamaño de un perro, que resultó ser un Pudú o ciervo enano al que le habían protegido las puntas de sus dos cortos cuernos y que los chicos tocaban y azuzaban en evidente contacto de costumbre con un animal domesticado. La acción me tomó tan de sorpresa que en mi reacción por apartarme de su trayectoria, terminé enredando mis piernas con él y cayendo grotescamente al suelo. Cuando regresó Olma, me halló extendido en el piso, rodeado de chiquitos que reían y de algunos mayores que se preocupaban por atenderme, con el agravante de que el pequeño ciervo, enojado con mi persona, empujaba una de mis piernas con la cabeza y hasta trataba de morderme.
Rescatado de la situación, procedimos a acompañar a los grupos que partían, dejando de lado la visita integral a la guardería en sí misma.
A la salida del edificio, detenidos en el conducto, aguardaban vehículos mayores a los que normalmente utilizáramos. Los primeros fueron ocupados por los niños y sus maestras. Cada dos niños pequeños iba una educadora y cada cinco de los más grandes, otra. En los siguientes, se acomodó la gente de abastecimiento y control; la de seguridad utilizó los suyos, Olma y yo el nuestro y algunos otros llevaban personal de práctica o visitas.
Nos desplazamos por las calles y avenidas preanunciados por la algarabía de los chicos, que se destacaba sobre el murmullo casi siempre uniforme en los conductos. Llegamos a Convergencia, dejamos los vehículos interiores y nos dirigimos a la esfera roja, desde donde salían los transportes exteriores. Transitamos por ella y salimos del elevador en la misma plataforma donde descendiéramos al llegar.
Cuando mi vista recorrió el lugar, vi. algo que me paralizó de asombro:
A escasos metros del borde de la plataforma, sostenido sobre tres delgadas patas se hallaba una versión de una famosa figura en cuya existencia yo nunca había creído y que tantos pilotos afirmaban haber visto; "la de dos platos invertidos".
Estaba allí, frente a mis ojos y mi cerebro se negaba a admitirlo. Su estructura brillaba ante la luz de una forma homogénea e impactante; parecía de vidrio, semitransparente, sólido y a la vez etéreo a los ojos de quien lo miraba.
- ¡Creo que eso es un "Plato Volador"! - le dije a Olma, vacilando y no muy convencido de lo que decía.
- Eso es una "Burana" - contestó - pero no te detengas, que en eso volarás pronto conmigo.
Y tomándome de la mano me ayudó a proseguir hacia los transportes que abordaban los componentes de la excursión, mientras yo la seguía con la cabeza dada vuelta, sin poder apartar los ojos de un artefacto que ahora, ante la evidencia, recordaba que se había burlado millares de veces de nuestros Jets en todas las naciones del mundo y para el cual ninguna Fuerza Aérea había encontrado una respuesta, pero en cambio habían edificado rápidamente una mentira. Me lamenté por no haber sido solidario con los compañeros que fueron catalogados como pilotos con "fatiga de vuelo" después de haber visto en el aire lo que yo estaba viendo en el suelo.
Asombrado, confundido e indignado conmigo mismo, subí a uno de los transportes que pronto se elevó y todos en conjunto nos dirigimos hacia los bosques sobrevolando la ciudad. Igual que cuando llegáramos, salimos volando sobre el arroyo que atravesaba la ciudad. La observación de las esferas centrales me sugirió que lo hacíamos también hacia el mismo lado. Fuimos dejando atrás los conductos hasta superar el último y entonces giramos hacia el sur descendiendo y volando dentro del bosque. Y otra vez fue el asombro: cuando me dedicaba a localizar las flores; descubría el amarillo del Liuto o Amancay, el naranja de las Mutisias, el rojo del Chilcoy, el Notro y las Botellitas y el liliáceo de las Virreynas; "todas las flores del sur juntas", porque hasta estaban las flores blancas de los Canelos de Tierra del Fuego y vi. el Avellano Silvestre típico de Puelo, la Viola y la Frutilla de Perito Moreno. Especies de distintas latitudes, de suelos húmedos y secos, muy fríos y no tan fríos; estuve a punto de hacer una pregunta pero dando por seguro que habría una respuesta, seguí observando en silencio ante la mirada escrutadora de Olma y ajeno a la algarabía de los chicos y a la conversación de los adultos.
De pronto era un follaje lujurioso, luego una depresión entre cerros de poca altura, después una meseta llena de flores o un conjunto de pequeños lagos e islas. Cascadas, arroyos, bosques compactos y entre ellos, sin alterarse por nuestra presencia, de pronto un Zorro Colorado o un Guanaco, un Castor o una Nutria, un Puma Patagónico, un Huemul, un Zorrino, un Topo, un Chinchillón, un Ciervo Colorado, un Ciervo Manchado, un Jabalí, un Huillín.
- Dios mío - me dije, "cuanta belleza". Y no acababa de decirlo cuando el aparato que me transportaba se elevó, los árboles parecieron desaparecer de pronto y desembocamos en un lago salpicado de islas perimetradas por suaves playas, con bajas elevaciones cubiertas de bosques. El paisaje concluía en las laderas de las grandes montañas que mis ojos podían recorrer hasta que se perdían en el techo de niebla que nos ocultaba por completo a los ojos del mundo. No podía calcular el tamaño del lago, pero no era un espejo de agua que pudiera pasar inadvertido precisamente. Le encontré una cierta similitud con alguna parte del lago Futalaufquen, pero nada más; en realidad no sabía exactamente cual era la latitud donde nos encontrábamos y además entre ellos todo asombro era posible.
Bordeábamos una costa del lago, cuando advertí que las naves se separaban dirigiéndose a distintos sitios del perímetro continental y también de las islas en donde descubrí la existencia de varias esferas habitacionales que antes no había advertido por estar mimetizadas con el color del paisaje. Entonces solicité ayuda de Olma, preguntando qué función cumplían y así me enteré de que eran laboratorios y centros fabriles que se encargaban de tomar de la naturaleza, flora, fauna y gea, la materia prima que necesitaba la ciudad para elaborar elementos en las distintas áreas. Se me ocurrió preguntar si sacrificaban algún animal y me contestó que no, que se tomaba de las plantas, los minerales y los animales toda una gama de elementos, procurando siempre la continuidad de la vida.
Pregunté qué se podía tomar de un animal vivo y me respondió:
- Humores, sangre, linfas, calcio, pelos, lanas, plumas, córneas, escamas, veneno, pezuñas... y por supuesto, la interrumpí y me aboqué a disfrutar de la belleza que nos rodeaba.
Esta gente debía realizar de algún modo, una variación climática por sectores que mantendría con algún recurso técnico, controlando al menos temperatura, humedad y presión. De otra manera no podrían reunir en el mismo lugar un sector con Arrayanes a corta distancia de Calafates, Ñires, Canelos y Cipreses de las guaytecas. O caña Colihue, Espino negro y Retamos con Alerces, Radales y Cohiués, algunos de estos últimos con hongos Llao Llao anudados en sus troncos. Sin mencionar los líquenes como la Barba del monte, hierbas, arbustos y gramíneas de todo tipo. Los Arrayanes, árboles de corteza fresca color canela, se veían repletos de florecillas blancas, como azahares, un fenómeno que yo ya había visto al fin de los veranos en Isla Victoria y que observado ligeramente daba la sensación de que estuvieran cubiertos de nieve.
Pero si tenía poco con eso, bastaba con mirar la superficie del agua; Los Cisnes de cuello negro, típicos de Laguna Blanca en Neuquén, un lugar indudablemente seco, navegaban en el lago luciendo su cuerpo de inmaculada blancura, moviendo graciosamente su cuello y su negro pico, adornado con su caráncula color rubí. Y así como los acompañaban Avutardas, Flamencos, Garzas brujas y Gaviotas de rapiña, también había "Petreles" especie típicamente marina que era fácil de ver en Tierra del Fuego. Luego vi. Ñandúes, Águilas, Zorzales, Chingolos, Calandrias, Carpinteros... Me puse a pensar qué habría dentro del agua, pero atrajo mi atención el vuelo de un estupendo Cóndor macho, cuya familia debería estar a dos o tres mil metros de altura entre los Andes, que se elevaba batiendo sus potentes alas en dirección a las montañas, dejándome la incógnita de su presencia en el lago. Llegué a preguntarme si habría sido así, el Paraíso que perdieran un día Adán y Eva aunque no haya sido por culpa de una manzana y una serpiente.
Pasamos el resto del día con los niños, visitando centros fabriles y laboratorios. vi., cómo se les enseñaba sobre la importancia de extraerle a un animal un elemento útil para la vida humana, sin dañarlo. Hasta asistí a una clase donde se les mostraba una peligrosísima serpiente como la Yarará ñata y se les explicaba que la extrema peligrosidad de su veneno era inversamente proporcional a la utilidad que este brindaba. Los niños aprendieron sobre su hábitat, cómo detectarla, cómo evitarla, cómo utilizarla, cómo defenderse de ella si eran atacados, neutralizándola y eventualmente y como última instancia, cómo eliminarla.
Todo esto se hizo al unísono con un grupo de diferentes edades, que por supuesto, reaccionaban frente a los hechos de manera distinta; mientras tanto, los docentes de los distintos grupos, hombres y mujeres, interactuaban intercambiando sus observaciones. La cobertura de los niños en su desplazamiento era magnífica: empleados de Convergencia y Transportes, de Seguridad, de Abastecimiento y de sanidad, cumpliendo todos con sus funciones básicas y dando apoyo pedagógico a los de Educación, en lo atinente a sus respectivas especialidades.
Al final de la tarde, cuando regresamos a la ciudad, yo traía conmigo un cúmulo de vivencias, pero sobre todo la convicción de que la vida humana podía ser hermosa desde los primeros años. Pero aún no había terminado la jornada para Olma, quien debía acudir al Centro de Educación porque tenía una clase que atender.
La enorme esfera educacional desbordaba de actividad cuando llegamos; jóvenes adolescentes por centenares se cruzaban en sus pasillos y se reunían en lugares específicos para ocupar los tiempos pre - entre y post cursos. Se comentaban y se debatían temas tan dispares como literatura, ingeniería, medicina, filosofía y química entre otros, conviviendo e interrelacionándose en forma sorprendente. En un sitio se hablaba sobre la posible reforma de un sistema de abastecimiento y al parecer opinaban con acierto y aceptación, futuros ingenieros, médicos, arquitectos, psicólogos y hasta filósofos.
Cuando le hice notar mi observación a Olma, ésta me contestó que la interrelación era lógica porque las especialidades desarrolladas separadamente, disociaban al hombre como ente y el hombre no era una o varias especialidades determinadas, sino un conjunto indiviso de suma complejidad, que las agrupaba a todas. Así, un proyecto técnico debía considerar siempre las resultantes socio-psicológicas, médicas y filosóficas de su aplicación y una idea filosófica no podía desarrollarse sin considerar el ámbito técnico del hombre que debería racionalizarla.
Al llegar al aula donde ella debía dar su clase, me asombró el tácito respeto de los alumnos por el educador. Sólo nuestra entrada provocó el inmediato silencio y acomodo en sus asientos, del alumnado. Olma saludó a todos, explicó mi procedencia y la razón de mi presencia en el aula, aguardó a que todos se ubicaran, me designó un lugar de espera, sacó de un sitio un conjunto de folios y los repartió entre los jóvenes; luego, encendió una pantalla en la pared del frente y sólo dijo:
- ¡Por favor, prepárense!
Los alumnos se reclinaron en sus asientos y se colocaron auriculares en los oídos y gafas en los ojos. Olma se colocó también auriculares, introdujo un pequeño disco en un equipo y lo manipuló. En la pantalla aparecieron imágenes que se detenían o continuaban según sus directivas sobre un aparato de control que conservaba en la mano.
Una de las primeras imágenes fue el rostro de Olma, hablando con persuasión. Algunos alumnos cerraron los ojos y cruzaron los brazos, otros se relajaron en sus asientos con la vista fija en la pantalla y hubo también quienes se prepararon a tomar notas sobre los folios entregados.
Las imágenes en la pantalla indicaban una clase de Astronomía, pero como yo no tenía auriculares, no pude aprovecharla. Cuando terminó, Olma dialogó brevemente con sus alumnos y todos partieron rápidamente hacia otros sitios dentro del enorme complejo de educación.
Al quedar solos, la sonrisa de ella me anticipó que aguardaba mis inevitables preguntas; mas como pasó el tiempo y no pregunté nada, ella comenzó a hablar:
- Has presenciado una clase de Astronomía, grado 3, nivel secundario; los alumnos recepcionan la enseñanza a través de la pantalla para activar su memoria visual, de los audífonos para su memoria auditiva y de la escritura por su memoria mecánica o de acción. En esta clase, yo sólo les he transmitido información; ellos la llevarán a sus hogares y procesarán su comprensión y retención a través de la forma más apta a su capacidad natural. Aquellos que prefieren utilizar la memoria auditiva, se colocarán los auriculares en el ámbito que les resulte adecuado, buscarán su mejor nivel de recepción mental, que puede ser Alfa, Beta o Gamma y tratarán de procesar y/o archivar la información recibida. Los que prefieran utilizar su memoria visual, se sentarán frente a una pantalla donde repasarán las imágenes vistas. Los otros, rescribirán la clase y algunos trabajarán con la interrelación de todas o algunas de estas posibilidades, solos o en grupos afines. Pasado un tiempo determinado yo los convocaré para testear la recepción y comprensión de esta clase, satisfaceré sus inquietudes y colocaré las calificaciones correspondientes, para luego pasar a la siguiente.
¿Qué son Alfa, Beta y Gamma? - pregunté.
Son niveles de actividad cerebral que van desde la vigilia total al sueño, pasando por estados intermedios - contestó.
-¿Todos los profesores utilizan la misma metodología? - Pregunté.
Solamente los que enseñan en las escuelas especiales, usan métodos diferentes.
¿Y que son las escuelas especiales? - indagué.
Nosotros consideramos, que no se le puede dar la misma instrucción a un individuo de racionalidad endeble o de comprensión inferior, porque se multiplica el peligro potencial que representa para el núcleo social donde habita. Las escuelas especiales se encargan de impartir los mismos conocimientos, pero dentro de un marco psicológico diferente y con métodos personales para cada caso, de modo que al final puedan utilizarlos de la misma manera que los demás.
Tenía muchas preguntas más, pero Olma interrumpió mi intención con una invitación insólita.
- Quiero llevarte... de compras.
La miré, sorprendido por la propuesta y ella insistió:
-¿Qué te parece la idea?
Supuse que sería igual a mi visita de los sábados al supermercado, sólo que aquí no dejaba a Gerónimo ladrando adentro del auto. El recuerdo de mi querido salchicha, retuvo un momento mi respuesta; hasta que me consolé pensando que mi vecina, lo estaría cuidando tan bien como yo.
- Bien, como tú quieras - contesté.
Ella se quedó un momento mirándome reflexivamente y luego dijo:
- Sin embargo, no sé qué comprar para ti. En realidad deberíamos pasar antes por el Centro Médico.
- Pero, ¿por qué? , si yo no estoy enfermo - pregunté.
Me tomó del brazo, me invitó a caminar y contestó:
- Nuestra medicina realiza la prevención, como sistema básico del arte o ciencia de curar. El cuerpo humano es una máquina casi perfecta, dentro de cuyas cualidades contiene la de repararse a si misma. Cuando nuestras actividades físicas y/o psíquicas, provocan determinados desgastes; el organismo mismo se encarga de las reparaciones durante el descanso. Nadie se enfermaría gravemente nunca si la máquina humana, cada vez que procede a esas reparaciones tuviese en sus almacenes los elementos necesarios para la tarea a realizar. Uno de los motivos que permiten el desarrollo de las enfermedades es la falta de alguna de esas materias primas en el momento adecuado. Por eso, nuestra alimentación no es caprichosa, sino absolutamente controlada. Todos los ciudadanos pasan por el Centro Médico con regularidad y mientras sus organismos no muestren alteraciones, su alimentación es de aportes balanceados normales, para su edad, sexo y peso. Cuando los análisis revelan algún elemento faltante o sobrante, el médico ya sabe que hay una enfermedad y procede a corregir la deficiencia, recetando alimentos especiales. Podría decirte que nuestros remedios están en la comida, sin temor a equivocarme; pues sólo se apela a otros recursos cuando el deterioro es grave. Por eso necesito saber cuál es el estado actual de tu cuerpo, a fin de elegir la alimentación adecuada; no quisiera agasajarte, enfermándote. Para la comida anterior utilicé los compuestos normales para un ciudadano nuestro de tu peso y edad, pero estoy segura de que tu organismo es diferente.
Se quedó mirándome como preguntando si había entendido y yo, resignado, me apresuré a solucionar el problema.
- Bien, ¿adónde está el doctor? - y riéndonos abandonamos el Centro de Educación.
En el Centro Médico se desarrollaba una tranquila actividad. Olma no se preocupó por hacérmelo conocer, sino que me llevó directamente a cumplir con el propósito que nos había traído hasta allí. En un lugar determinado, me presentó al doctor Redent; le explicó mi procedencia, la necesidad que teníamos y en minutos me dejó a solas con él.
Redent era un hombre joven, alto y apuesto, que no tuvo reparos en decirme que a su juicio mi organismo era un antro de toxinas y por esa razón, para poder diagnosticar una alimentación adecuada, tenía que realizar análisis completos de mi cuerpo. No me hizo gracia imaginarme regresando con los clásicos frasquitos de orín y materia fecal, pero, como no tenía salida, le dije que procediera. Solicitó que me desvistiera y luego que me parara en el centro de un círculo. Mientras lo hacía observé que me miraba como si yo fuera un Pitecántropos. No me agradaba para nada el tipo; pero no hice ningún comentario, sólo ansiaba que terminara rápido. Manipuló unos controles y una espiral descendió del techo rodeándome. Pidió que me quedara quieto mirando al frente. En instantes un pequeño aparato que emitía una potente luz, comenzó a trasladarse por el espiral iniciando el recorrido desde arriba. Mientras dio vueltas alrededor de mi cabeza, sólo me ocupé en cerrar los ojos, pero cuando ya giraba a la altura de mi pecho, pude ver los resultados.
En un monitor de TV, que Redent observaba, apareció la imagen radiográfica de mi cabeza en todo su contorno y luego fue apareciendo el cuello, el pecho y la espalda, el abdomen y la cintura, hasta que el aparato llegó a mis pies y la imagen se trasladó a otro monitor, donde mi figura aparecía de cuerpo entero y casi en tamaño natural, girando y mostrando mi feo interior desde todos los ángulos. Cada tanto, unos círculos rojos la recorrían, deteniéndose alternativamente en distintos sitios y aparecían leyendas en un recuadro que desafortunadamente yo no podía leer. Me asombró ver una radiografía total de mi cuerpo en imagen tridimensional e imaginé la ventaja que representaría para el médico tener una visión tan global del paciente.
Conforme con ese examen, solicitó luego que pasara a una extraña camilla. Era como el medio molde de un cuerpo, en material transparente. Me preparé con desagrado a apoyar mi cuerpo desnudo sobre lo que parecía una fría superficie de vidrio, pero cuando me acosté, comprobé con sorpresa que el material estaba tibio y además no era rígido. Podría haber sido goma o algo parecido. Ya acostado, colocó encima la otra parte y con asombro vi. como el conjunto se ajustaba a mi cuerpo dejándome la sensación de estar metido dentro de un traje de neopreno que dejaba ver íntegramente mi cuerpo.
Quedé así sujeto adentro de un molde humano que dejaba sólo mi rostro al descubierto. Después de eso, manipuló un control demostrándome las posibilidades del aparato, ya que lo hizo girar sobre sí mismo, vertical, horizontal y circularmente.
Cuando retiró toda la parte que cubría mi cabeza, dejando sólo una base de apoyo; vi que el artefacto se desarmaba por pequeñas secciones. No supe cómo lo hacía pero él podía sacar un pedazo del recubrimiento que encerraba al paciente de cualquier lugar que quisiera.
Colocó en mi cabeza una serie de ventosas adhesivas que una vez aseguradas, comenzaron a emitir tenues sonidos y un parpadeo de luces. Luego, retiró un trozo sobre mi pecho y entonces descubrí otra cosa; no sólo podía retirarlo sino que lo dibujaba dándole la forma que él quería. Puso allí otras ventosas, similares a las anteriores y prosiguió su trabajo. Quitó una sección sobre el brazo derecho y colocó un aparato algo más abajo del codo que generó cierto calor sobre mi piel y luego un casi imperceptible pinchazo. Luego, abrió otro agujero sobre mi pelvis y tomando mí pene lo introdujo en una cápsula que ajustó sobre él y que motivo una corriente de calor ascendiendo hacia el interior de mi cuerpo, para dar vuelta luego el aparato poniéndome boca abajo y por primera vez intranquilo. Mi inquietud aumentó cuando quitó una gran parte sobre mis glúteos y se definió cuando colocó en mi recto un tubo fino como un termómetro común. Volvió a ponerme boca arriba y yo a normalizar mis pulsaciones. Vi que todo lo que hacía contacto con mi cuerpo emitía sonidos diferentes y algunos cada tanto emitían un haz de luz hacia los aparatos que estaban cerca de la camilla. Luego Redent se sentó frente a un conjunto de monitores y manipuló varios teclados. En los monitores aparecían imágenes y mensajes. Una sola vez se levantó y fue para verificar si el termómetro estaba en su lugar, luego siguió con lo suyo.
Me dediqué a observar su trabajo y saqué conclusiones asombrosas. En un solo momento estaba realizando electroencefalografía, electrocardiografía, análisis de sangre ( completo a juzgar por las variantes en los mensajes y las imágenes que aparecían en el monitor conectado a mi brazo ), análisis de orina, de materia fecal y vaya a saber cuantas otras indagaciones, "todo directamente sobre mi cuerpo".
Pronto terminó y vino a sacarme del sarcófago justo cuando yo comenzaba a comprender el frecuente mal humor que mostraban las momias en las películas. Valiéndose de la esfera perforada que yo había traído, me comunicó que había terminado e indicó que me vistiera. Cuando lo hice, extrajo un papel de una impresora y me lo extendió tomándolo con las puntas de los dedos y diciéndome:
¡Todo listo, Teniente, puede retirarse!
Y dándose vuelta se dirigió al interior del recinto, dando por terminada su relación con el Pitecántropos.
Tuve ganas de pegarle una patada en el trasero, pero me contuve pensando que él tenía mayor dominio sobre mi trasero que yo sobre el suyo.
Cuando salí, con el papel en la mano, la risa de Olma me indicó que ella sabía de antemano lo que iba a pasarme; pero indudablemente había que hacerlo. Ella volvió a tomarme del brazo, leyó un rato el papel y dijo:
“Ahora sí, vamos de compras "
El Centro de Abastecimientos era un lugar fascinante; impresionaba la cantidad de mercadería y materiales que se movilizaba. Había que comprender que todas las necesidades de la ciudad, pasaban por allí representadas en alguna caja. Por eso, todos los colores de servicio actuaban en el lugar. Desde el ascensor - transparente - se veían los pisos repletos de gente y de elementos de toda clase: Vehículos, muebles, trajes, aparatos; todo para una comunidad cuyo poder adquisitivo era casi idéntico y constante y en donde no circulaba ni una sola moneda como dinero.
Llegamos al piso de alimentos y salimos del ascensor. El orden del piso respondía a su costumbre: Eran segmentos de círculos armados con estanterías que rodeaban el ascensor; pero en ellas no estaban nuestras conocidas latas, cajas y paquetes, sino hileras de recipientes de distinta geometría y tamaño, predominando cubos y cilindros; todos alineados con simetría y del material más usual en el lugar: eso que a veces me parecía acrílico y otras vidrio o piedra. Todos estaban revestidos con etiquetas de papel con dibujos del producto e indicaciones de su composición e utilización. La variedad era enorme.
Olma, con el papel de Redent en sus manos, recorría distintas estanterías y tomaba nota de las siglas inscriptas en distintos productos, pero no agarraba nada. Al terminar, entregó las anotaciones a una muchacha vestida de azul, que solicitó las dos tablillas de identificación, las introdujo en una máquina y luego las devolvió. Debíamos esperar un momento para que nos entregaran la mercadería; entonces mi compañera me llevó al piso inferior donde se exponían entre otras cosas los aparatos domésticos. Cuando entramos quedé maravillado ante la cantidad y diversidad de elementos, pero me detuve ante un equipo en el que introduciendo un pequeño disco, se reproducía el sonido y la imagen a la vez.
El disco era un objeto de refinada tecnología, muy liviano y brillante, en color oro. Como no visualicé surcos ni marcas en su superficie, pregunté cómo funcionaba y Olma me contestó que era un disco de lectura láser, no sabiendo o no queriendo explicarme cómo se fijaban en él las imágenes y el sonido. Me entretuve examinando otros equipos hasta que ella me llevó nuevamente al piso superior.
Nuestra mercadería estaba lista adentro de un recipiente y en manos de un individuo metálico que repetía su identificación y avisaba que se hallaba esperándonos, mencionando el nombre de Olma y parte del código de su tablilla. Era un robot de características antropomórficas desde la cabeza a los pies, pero estos formaban parte de una base rectangular con ruedas orugas a ambos costados. Mi acompañante introdujo su tablilla en una especie de bolsillo que el robot tenía en el pecho y este le respondió de inmediato:
Unidad de servicio Alfa 5.2.9.,"a las órdenes de Olma WK 63".
¡Hola Alfa 5.2.9. ! , ¿Cómo andan tus circuitos hoy? - preguntó Olma.
- Andan muy bien ciudadana Olma; me han sido incorporadas nuevas plaquetas de diálogo y servicio y fíjate en mis nuevas ruedas orugas individuales que me otorgan una movilidad más silenciosa y mejor estabilidad.
Bajé mi mirada hasta la base del robot y observé que las orugas no eran enteras, sino ruedas individuales que se conectaban entre sí como engranajes; las cintas eran de goma y rotaban sobre pequeñas ruedas guías que amortiguaban hacia el centro y al parecer, todas eran tractoras.
El robot mientras tanto avanzaba y retrocedía brevemente, para mostrarle a mi compañera las nuevas cualidades motrices de que disponía. Y ella expresó:
-¡Magnífico Alfa 5.2.9! y ¿qué nuevos conocimientos guardan tus almacenes de memoria?
- Bueno, cubro el espectro analítico de la música electrónica; he incorporado Arte Circonio y un importante caudal de información sobre vehículos aéreos; ahora podré conversar con usted sobre su trabajo específico.
Era increíble, no sólo la reconocía como ciudadana, sino que la identificaba específicamente y conservaba en archivo diálogos anteriores.
-No sólo podrás hacerlo conmigo hoy, sino también con quien me acompaña - destacó Olma.
Alfa 5.2.9. Giró su cabeza hacia mí y sus ojos accionaron repetidamente como el obturador de una máquina fotográfica, ajustando sus pupilas para observarme bien.
-Mis archivos visuales no registran a este hombre, por favor que se identifique - solicitó.
Mi tutora tomó mi tablilla y la introdujo en el mismo lugar en el que antes colocara la de ella. El robot contestó rápidamente:
-"Bienvenido ciudadano visitante". Está usted bajo la responsabilidad de la ciudadana Olma; ¿Puede decirme cuál es su actividad específica y de donde viene?
Olma contestó por mí rápidamente:
-Viene del exterior y su actividad es " Piloto de Combate".
-Entiendo - dijo Alfa 5.2.9. - el ciudadano vuela en esos arcaicos aparatos con alas que aún imitan a las aves.
-Bien, bien, - intercedió Olma - ve adelante 5.2.9.; vamos hacia el nivel 16 del Centro de Convergencia.
El robot se puso en marcha silenciosamente y atrás de él avanzamos nosotros.
- Olma, este aparato es una maravilla - dije.
-¡OH, no! - contestó - son viejos robots ya obsoletos para la producción a quienes en vez de desmantelarlos, los derivamos hacia las áreas de servicio en donde brindan excelente utilidad y cada tanto se los actualiza para su mejor prestación.
-¿De modo que en las áreas de producción disponen de mejores robots? - pregunté.
- Muchos - respondió. - Nuestros Androides epistemológicos y los últimos Biociborg sobre todo, son robots de avanzada tecnología que determinan sus actitudes por si mismos a partir de una programación conceptual dotada de valores éticos y pautas de conducta ajustadas a cada función. En el caso de los Biociborgs, no es extraño que los humanos realicemos tareas que ellos planifican y determinan. Son más confiables que nosotros en situaciones críticas.
Alfa 5.2.9. Llamó a Olma y ésta prosiguió conversando con él hasta que llegamos al Centro de Convergencia. Ya frente al vehículo el robot se encargó de todo, colocando la mercadería en un espacio adecuado y retirándose con el canasto vacío. Después de despedirse de Olma, se dirigió a mí y me prometió estar debidamente informado sobre mi trabajo, para nuestro próximo encuentro.
-Simpático aparato - comenté.
-Que no te escuche denominarlo así - contestó ella y puso en marcha el vehículo rumbo a su casa.
Cuando llegamos, preparó las conocidas esferas, cuidando que las mías se ajustaran a las indicaciones de Redent. Comimos, conversando y disfrutando de una suave música ambiental, cada tanto alguien cantaba llegando a mis oídos como un canto coral. Entonces, me indicó que observara las reacciones de mi cuerpo pues éste iba a cambiar rápidamente sus hábitos. Sobre el final de la cena, tuve sueño y ella me acompañó hasta la misma habitación donde descansara antes. En la puerta le dije:
-Al menos hoy no tendrás que desvestirme, puedo hacerlo yo.
-No volveré a hacerlo hasta estar segura de que será más divertido que antes - me contestó alejándose rápidamente.
No pude procesar adecuadamente sus palabras. Me desprendí del traje y me dejé caer sobre ese extraño globo que era la cama. A los pocos minutos me dormí.
Continua en: Capitulo 7
El Arca de las Nieves Eternas
Capitulo 6 - Cuando El Asombro Es Rutina
La pantalla se apagó. Pude volver a mí y entonces sentí mis músculos contraídos y el afelpado traje que me cubría, pegado a mi cuerpo. Creo que los cuatro estábamos igual, a juzgar por los semblantes de mis compañeros. Habíamos soportado demasiado y Antiza se dio cuenta de ello.
- Doctor Kingston, por hoy ha sido suficiente.
-Si señora, lo ha sido - contestó el viejo asombrándome con su aceptación, que confirmaba mis pensamientos.
- Regresen a sus anfitrionas, creo que necesitan divertirse - concluyó nuestra docente, dirigiéndose hacia su puesto en el sillón del consejo.
Olma, Ramalú, Lahí y Labianí, ya estaban al lado nuestro. Nos incorporamos dirigiéndonos al elevador. Un tenue murmullo fue el saludo que hicimos al consejo. El trayecto hasta la esfera de convergencia transcurrió en silencio; lo que demostraba la formación ética de las hermosas mujeres que nos acompañaban. Finalmente, al separarnos; Kingston sólo dijo:
- Nos llevamos mucho en qué pensar.
Eso era cierto, pero cuando recordé que la próxima propuesta era "divertirse" y yo estaba con la bellísima Olma, me desentendí bastante de "Los abuelos del hombre".
Ya en marcha por el conducto de salida, ella dijo:
-Iremos a visitar a un pequeño amigo cuyos padres han partido en una misión; le agradará conocerte.
Hicimos un corto trayecto por una de las avenidas y luego otro muy breve por una calle lateral para llegar a la casa, donde nos recibió un niño que a juzgar por su apariencia, no tendría más de diez años. Nos atendió a los dos con cortesía, estrechó mi mano entre las suyas en el saludo habitual y besó a Olma en la boca, beso que ella correspondió.
- Humni, he venido a traerte el visitante que te prometí - dijo - y a observar cómo te encuentras desde que se fueron tus padres.
- Mis padres no se han ido Olma, están aquí - respondió el chico.
- ¿Que dices? ¿Alemul y Ormoní están aquí?
- Sí Olma, están aquí.
-¡Llámalos, pronto!
- No puedo, creo que están en su habitación disfrutando de sus cuerpos, no querrás molestarlos.
-¡OH no, no! - respondió ella - esperaremos.
Mi asombro ante la manifestación del niño, debió ser muy evidente, pues Olma me dirigió una mirada en la que solicitaba paciencia.
- ¿Que estás haciendo Humni? - preguntó.
- Estoy haciendo un ensayo sobre determinadas constantes de conducta en todos los pueblos de la tierra a través del tiempo. Es interesante observar cómo los seres exteriores se empeñan en ser necios. Parece increíble que podamos ser parientes.
Cuando me di cuenta de que yo era uno de los "necios exteriores", quise hablar; pero no llegué a hacerlo porque la puerta del ascensor se abrió y entró en el recinto una bellísima morena, apenas cubierta por una túnica semitransparente que no ocultaba demasiado sus formas, y que por cierto eran bastante abundantes.
- ¡Olma, querida! - exclamó.
- ¡Ormoní! ¿Que haces aquí?
- Es una larga historia Olma. Pero... ¿Quién es este hermoso ejemplar terreno?
- Es el teniente Haffner, Ormoní, ven a conocerlo.
Cuando me tomó las manos, me sentí goloso como un bebé hambriento frente a una teta. Oleadas de sensualidad se desprendían de ella, el aroma de su cuerpo me castigaba con su fragancia.
-¡Vaya Olma!, tu nunca perderás la suerte querida. ¡Bienvenido Teniente!
Yo miraba las opulencias que se veían debajo de la túnica, con ojos extraviados y sonriendo estúpidamente, cuando Olma intentó el rescate:
- ¿Donde está Alemul, querida?
- Durmiendo tesoro, durmiendo. Mi amor nunca puede hacer otra cosa después de disfrutarme.
¡Además engreída! - pensé - pero tenía conque.
- Pero Ormoní, ¿Que hacen los dos aquí? Si deberían hallarse a mucha distancia.
- Te contaré - dijo sentándose en medio de los dos, mientras su proximidad acrecentaba mi sufrimiento.
- Minutos antes de partir, nos avisaron que el viaje se cancelaba, debido a los problemas existentes más allá de las montañas. Tenía mucho entusiasmo con esta misión y me acompañaban dos tipos formidables, de modo que la noticia no me alegró en absoluto. Salí de Seguridad muy enojada y no se me ocurrió pensar que a Alemul podría haberle pasado lo mismo. Humni estaría durmiendo y yo no sabía qué hacer con mi mal humor. Entonces pensé en el "Centro Sexual" y se me ocurrió visitarlo como una excelente solución.
¿El Centro qué?, solicitaron mis oídos, quejándose como huevos en la sartén.
- Olma rió expresivamente y dijo:
- ¡Querida!, aplicas tu erotismo en todos los sucesos de tu vida.
- ¿Crees que es malo? - interpeló Ormoní.
- No, en absoluto; es tu naturaleza - respondió Olma.
- Bien, prosigo entonces: Cuando llegué al lugar, fui saludada por varios amigos y recibí invitaciones de un par de estupendos jóvenes, alguno de los cuales he disfrutado alguna vez; pero ninguno me atraía demasiado como para sacarme del enojo. Entonces fui hasta el bar a tomar un trago en la barra y ¿a que no sabes a quién encontré?
- ¡No!, dímelo - dijo Olma.
- ¡Al viejo Abunkadi!
-¡Abunkadi!, "tu eterno cortejador".
- Sí, sabes que ese hombre me desea desde que era una jovencita y su mayor satisfacción sería acostarse conmigo. Nunca lo acepté, no porque fuera desagradable, sino porque la diferencia de edad me crea una cierta inhibición.
Olma rió a carcajadas; mientras a mí, un cosquilleo me recorría el vientre, concentrándose luego entre mis piernas.
- Pero esta vez - prosiguió Ormoní - la cosa fue distinta. Cuando lo vi., supe que era lo que necesitaba para ahogar mi rabia y presa de una especial excitación, que por supuesto supe disimular, me acerqué a él. Lo llamé por su nombre y se dio vuelta: Cuando me descubrió sonriéndole, apenas envuelta en una bata color rosa, Abunkadi casi pierde su asiento; tumbó su copa y se quedó mirándome sin poder creer en su suerte. Luego reaccionó y me invitó a sentarme a su lado, haciendo gala de su proverbial elegancia y amabilidad. Dialogamos un rato y cuando asumió mis intenciones se apresuró a proponerme que nos retiráramos a una habitación. Acepte la propuesta y mientras terminaba mi copa, observé como se le excitaba la voz y aparecía un casi imperceptible temblor en la mano conque sostenía su vaso.
- No era para menos, el hombre estaba por cumplir el mayor deseo de su vida - interrumpió Olma.
- Justamente y pensar eso, acrecentó mi excitación, pero cuando nos deslizábamos de los asientos, levanté mi vista y vi venir a Alemul directamente hacia nosotros. Por supuesto, corrí a su encuentro sorprendida por su presencia y en la mitad del beso con que lo recibí, recordé a Abunkadi. Fue la situación más embarazosa que he vivido en mi vida: Estaba a punto de acostarme, sumamente excitada, con un hombre que me desea desde que era casi una niña y justo en ese momento llega el hombre que amo.
- La cara de Abunkadi era una máscara de desconcierto y desolación, mirándonos. Entonces Alemul, el magnífico hombre que tengo por esposo, tuvo uno de esos gestos de nobleza, habituales en él, que lo convierten para mí en un hombre irremplazable.
Dándose cuenta de la situación, sugirió que ambos prosiguiéramos con nuestros planes previos, como si estuviéramos solos, dado que el tenía en vista a una joven deliciosa con quien intimar.
-¿Te das cuenta Olma? ¡No solo me permitía proseguir lo comenzado, sino que además cargaba él con la responsabilidad de la decisión!
Humm, en Nápoles se diría "cornutti", rumié mientras ella proseguía.
- Jamás dejaré de amar a este hombre aunque a partir de hoy mismo cambiara su personalidad. Ya es tanta la riqueza que me ha dado con su comprensión, que lo seguiría amando aún cuando no me alimentara sexualmente y sabes lo que eso significa para mí.
- Lo sé Ormoní, lo sé, continúa. ¿Que pasó luego?
- Bien, no acepté la propuesta de mi esposo y le pedí que me aguardara en el extremo de la barra. Me acerqué a Abunkadi y le expliqué que ya no sería lo mismo, que yo no podría responder a sus requerimientos como estaba dispuesta a hacerlo cinco minutos antes. No necesité mucho tiempo; Me respondió diciendo que ya le había cambiado la vida, al transformar su sueño en una posibilidad real, que ahora, cada segundo de su vida estaría consagrado a esperar y como no pensaba morirse todavía, yo tendría tiempo para regresar. Así puso punto final a la situación; con un chiste y absoluta caballerosidad. Cuando me alejaba, juro que sentí sus manos y sus labios recorriendo mi cuerpo. Hemos decidido con Alemul, que este hombre se merece lo que desea y haremos que lo obtenga a la brevedad.
A esta altura del relato, los pensamientos en mi cabeza corrían como caballos desbocados en la última carga de la brigada ligera. Pero ella continuó:
- Después de eso, nos vinimos a casa y el resto ya lo sabes.
- Bueno, no todo el resto - dijo Olma.
- ¿Quieres que te lo cuente?
- ¡No, no!, por la "Suprema Energía " - Se apresuró a responder Olma.
Cuando pude sustraerme del brebaje de asombro, erotismo e incredulidad en que me había sumergido el relato; busqué con la mirada al niño.
Humni estaba abocado al análisis de una pantalla de computadora y parecía no haberle prestado ninguna atención a lo sucedido. Me levanté y fui hacia él, preguntándole qué hacía.
- Consulto bibliografía sobre diversos temas - contestó.
- ¿Cómo lo haces? - insistí.
- Primero individualizo el área a consultar; Luego, la sub. área o subgrupo respectivo, así hasta llegar a lo que deseo (en este caso, los libros históricos más importantes de nuestra comunidad, que se hallan archivados en micro discos); después elijo uno, analizo su índice y coloco en pantalla el capítulo que me interesa; entonces voy leyendo, escuchando u observando, o las tres cosas a la vez, según convenga a mis hábitos de trabajo.
- ¿Que son los micro discos? - pregunté.
- Son pequeños discos de material inalterable al tiempo, de gran capacidad de almacenamiento y de lectura láser; prácticamente eternos de no ser agredidos físicamente, donde se pueden guardar imágenes y sonidos a la vez y que por ser leídos por una luz pueden ser reutilizados indefinidamente; además, ocupan muy poco espacio.
- ¡Es magnífico! - expresé.
- No sé si será magnífico, pero es rápido, efectivo y seguro - contestó.
Y siguió manipulando su computadora en lo que me pareció un claro gesto de dar por terminada la conversación.
¿Pero qué demente sociedad es ésta?, me pregunté confundido; Donde las esposas eran una especie de hetairas oficializadas y los niños unos monstruos impasibles.
Ormoní, se acercó en ese instante a mí, con un vaso en la mano.
-¿Quiere beber, teniente? - y agregó:
-Disculpe a Humni, por favor, cuando está trabajando se rodea de un campo de fuerza ciertamente inviolable.
- No menosprecies la inteligencia del Teniente, Madre. El es un profesional militar en el exterior y sabe reconocer sin duda una concentración de trabajo - contestó el niño en un tono tan respetuoso como seguro en su convicción.
No me quedó más que asentir, en resguardo de mi "inteligencia" y a la madre callar y regalarme una sonrisa. Cuando estuvo a mi lado, los poros de mi piel se abrieron como flores buscando el sol y cuando se alejó envuelta en su semitransparencia, comprendí el sufrimiento de Abunkadi, aún sin conocerlo.
Olma habló desde lejos:
- ¿Sabe Teniente?, Ormoní puede considerarse una piloto de combate, como usted.
- Sí, sólo que mis combates seguramente son más divertidos que los de él - interrumpió Ormoní.
¡Pero con esta mujer, Freud nunca hubiera sido discutido!, me dije mientras las observaba a las dos: Cuando miraba a Olma me sentía un jardinero ante una bellísima y exótica flor. Cuando miraba a Ormoní, era un gorila hambriento ante su fruta preferida.
Cuando nos retiramos y ya en el vehículo pregunté:
- Olma, ¿Puedes explicarme qué demonios es el "Centro Sexual"?
Se rió y dijo:
- Ese no sería el nombre exacto, pero es probable que no haya en tus archivos nada que lo identifique mejor. De todos modos esa es su connotación, así que lo llamaremos como tú lo nombras. Pero antes, tengo que explicarte cuál es nuestra conceptualidad, sino no podrías comprender su función.
- Soy todo oídos - contesté.
- Nuestra sociedad es con respecto a la tuya, técnica e intelectualmente diferente. En nuestro discernimiento es el "Ser" el que importa y no otros intereses. No se nos ocurriría jamás suprimir o condicionar un instinto natural, sino perfeccionarlo socialmente para disfrutarlo en todos sus matices. En tu sociedad, los seres suelen ser neuróticos o perversos, porque se conocen mal, o no se conocen, al cubrir con artificios defensivos su dinámica instintiva. Los tremendos condicionamientos de tu esquema social, sujetos a permanentes intereses religiosos, políticos, raciales, etc., les impiden aceptar socialmente, verdades analíticas de gran simpleza; como por ejemplo, que la abundancia de copulación en nuestra especie, se debe, no al interés de producir retoños, sino al reforzamiento del lazo entre la "pareja humana" ( no la pareja social ) gracias a los mutuos goces de los compañeros sexuales.
Entonces, la reiterada consecución de la consumación sexual, no es, para la pareja humana, (macho/hembra) más que una sana tendencia con base profundamente biológica, a través de la cual los seres se encuentran consigo mismo como unidad y la vez con la especie en si misma.
Pensé: ¡Que bien me hubiera venido ese argumento, para algunas amigas que nunca pude convencer!; y ella continuó:
- Aquí el placer no se considera una debilidad ni se opone a la moral; tampoco existe la lucha entre los sexos, la mujer no pretende ser "igual al hombre" porque sabe que es sencillamente "lo otro" con el mismo valor. Podríamos decir, hombre "centrifugo" y mujer "centrípeta", dos componentes de una misma fuerza. Además, para nosotros la sexualidad es un valor "cualitativo" y no "cuantitativo", de ahí que nos preocupa vivirla de la manera en que a cada uno le llega con mayor "calidad". A nosotros no nos asombra un adulto "virgen", si ha sido por predilección. Tampoco nos asombra una mujer o un hombre disfrutando del sexo a temprana edad, si es por la misma razón. Dentro de nuestra sexualidad no existe el heterosexual y el homosexual, aunque esta última es una condición que aquí no aparece aislada sino conjugada con la primera. Nuestras primeras experiencias sexuales pueden darse con cualquiera de los dos sexos y son invariablemente validas. Aceptamos la relación monogámica y la poligámica, siempre que sea por "predilección" y no por "compulsión". Todo esto, al estar socialmente aceptado, está por consecuencia, comunitariamente organizado, con la privacidad y el respeto que la importancia de la necesidad requiere.
Mi condicionada cabeza trataba de racionalizar la explicación y se quedaba en una especie de prostíbulo generalizado, aunque no fuera lo que ella estaba describiendo; pero no solo fui prudente sino que recordé el enojo que provoque una vez en un viejo profesor de historia que nos hablaba de las conquistas de Alejandro Magno, y al que yo interrumpí preguntándole si este era homosexual, pero utilizando un apelativo más crudo. El profe contestó que la pregunta, revelaba mi nivel de ignorancia sobre el mundo griego de entonces, donde la sexualidad no estaba separada por géneros. De modo que yo disponía de un antecedente histórico en mi propia sociedad.
- Humm...voy comprendiendo- dije - Pero exactamente ¿Que pasa en el Centro Sexual?
Olma volvió a reír y contestó:
- Allí deberás dirigirte cuando necesites encontrar una pareja sexual. Pero antes deberás cumplimentar ciertos requisitos que exige la comunidad; luego, podrás venir y lo disfrutarás.
Si había dos como Ormoní, seguro que los requisitos comenzarían por vitaminizarse. Pero solo la idea de que la última frase fuera una invitación, me provocó cosquillas en el cuerpo y un poco para evadirme de la idea pregunté:
- ¿Y el amor Olma, qué significa para ustedes y cómo lo identifican y practican?
Hizo un largo paréntesis y luego contestó:
- El amor significa para nosotros un acto mediante el cual nos conectamos con la "Suprema Energía Universal"; (Para ustedes sería como comunicarse con Dios)
Nuestras investigaciones científico – filosóficas, nos hacen conceptualizar que tanto al Universo como a la vida en si misma, lo rigen dos energías; una "positiva" y una "negativa", cada una de las cuales es el resultado antitético demostrativo de la existencia de la otra. Es decir: individualizamos las sombras porque conocemos la Luz, de otra forma no podríamos hacerlo.
Y al amor, expresión máxima de la energía positiva, lo encontramos en la ternura, en la generosidad, en la entrega; en todas las cosas bellas que pueden surgir de lo que ustedes llaman el "Espíritu" de una persona. En nosotros, "amor" como concepto es dar y compartir y sólo como resultado, poseer y recibir. La antítesis de estos sentimientos positivos, son las partes integrantes de la "otra energía", que convive con la primera no sólo dentro del macrocosmos del universo mismo, sino en el microcosmos de cada ser; es la que incita a quitar, a negar, a destruir. Pero hay algo definitivo: sólo se puede amar en la proporción en que se es capaz de odiar, y sólo se puede odiar con el mismo nivel de pasión conque se ama. Allí está la gran elección del ser humano: en cual de las dos pasiones está decidido a controlar, con quienes y hasta qué límite y en eso; el medio social tiene una tremenda influencia.
Terminaba su frase, cuando una aguda sirena resonó alarmante a lo largo del conducto donde viajábamos. Casi al unísono, todos los vehículos se desplazaron a un costado deteniéndose; Olma fue de las primeras en hacerlo, al tiempo que decía:
- ¡Seguridad en acción de emergencia, no te muevas!
Tal vez por disciplina militar, permanecí quieto sin preguntar nada. Una secuencia de chasquidos y gritos llegaba a mis oídos. Las personas detenidas cerca de nosotros denotaban alarma en sus semblantes, pero permanecían quietas en sus sitios. De pronto, un hombre apareció corriendo desde un conducto transversal cercano. Saltaba, ocultándose entre los coches detenidos, empujando groseramente a la gente y disparando un arma larga, emisora de un haz de luz, que cuando chocaba contra los vehículos o las personas, las despedía violentamente causando enorme confusión y seguramente daños.
Lo perseguían efectivos de seguridad, fácilmente identificables en sus trajes rojos, disparando armas cortas que emitían luces de colores diferentes; unas provocaban impactos como el arma del fugitivo, otras al parecer eran paralizantes.
Era evidente que el hombre que huía (o pretendía hacerlo) basaba su estrategia en la utilización de las personas y vehículos como escudo, de ahí su empeño en disparar su arma contra los vehículos detenidos, ocupados y vacíos, porque los iba colocando como barrera en su desplazamiento, lo que impedía a las fuerzas de seguridad, eliminarlo sin arriesgarse a dañar a otros.
Los hombres de seguridad, muy pertrechados a juzgar por la cantidad de componentes de sus equipos, avanzaban moviéndose con cautela y tranquilidad, mientras que el fugitivo denotaba una desesperación peligrosa.
En su desplazamiento, tomó a una joven de un brazo tratando de usarla como escudo y cuando el hombre que la acompañaba trató de impedirlo, accionó su arma impactando de lleno en el mismo, que se derrumbó en el acto.
Un miembro de seguridad, se movió hacia el centro del conducto, en un acto reflejo por impedir la acción sucedida y el fugitivo disparó contra él. El soldado, recibió de lleno un rayo amarillo que casi incineró el centro de su cuerpo, cayendo envuelto en humo y sin duda alguna, muerto.
Allí fue cuando los miembros de seguridad, perdieron la paciencia. Un haz de luz roja salió del arma de uno de ellos, pegando en una pierna del fugitivo a la altura del muslo; perforándola, así como al vehículo que estaba detrás y por último, a la pared del conducto.
Olma ordenó, sin lugar a dudas:
¡Al suelo Teniente, están usando rayos desintegradores!
Al segundo, mi cara tocaba el límpido piso del conducto, junto a ella.
- El impacto recibido en la pierna hizo que el fugitivo perdiera el equilibrio y la chica lograra soltarse. El individuo trató de dañarla al ver que se le escapaba y descuidó la atención sobre sus contendientes. Recibió entonces de lleno, cinco golpes de luz amarilla que prácticamente lo incineraron en el lugar donde se hallaba. Los miembros de seguridad siguieron avanzando y al llegar hasta él, uno de ellos descargó la luz roja de su pistola, con la cual desintegró totalmente al sujeto al punto de borrar inclusive el tramo de piso donde se encontraba, quedando un agujero a través del cual se podía observar el carril inferior. Este último disparo me pareció totalmente innecesario, sobre todo considerando el efecto devastador de los impactos anteriores.
La sirena se apagó y los movimientos y murmullos comenzaron nuevamente. El llanto de la muchacha, se destacaba entre los demás sonidos, mientras era rodeada por otras personas y el personal de seguridad. Aparecieron varios vehículos con hombres de rojo, algunos hombres de verde que se abocaron a ubicar los vehículos y en instantes llegó otro tan blanco como los hombres que lo tripulaban que evidentemente pertenecían al Centro Médico. De inmediato, comenzaron a actuar: Inclinaron el cuerpo del joven caído, rotándolo de un costado, colocaron de ese lado una delgada plancha, lo volvieron sobre ella e introdujeron otra similar del otro lado que se adhirió a la anterior conformando así una plataforma que les sirvió para levantarlo e introducirlo en un cilindro transparente al que estaban conectados diversos dispositivos, sobre un vehículo. Con el miembro de seguridad, actuaron de la misma forma, introduciéndolo en otro cilindro. En un vehículo abierto subieron a varias personas aparentemente lesionadas o shockeadas.
En breve, se retiraron todos los componentes del servicio médico y casi todos los de seguridad. Actuaron entonces los de tránsito y convergencia. Los hombres de verde limpiaron el lugar y organizaron el desplazamiento de los vehículos y transeúntes detenidos; no sin antes permitir que cada persona introdujera su tablilla de identificación en las bocas terminales cercanas, antes de retirarse.
Cuando Olma me invitó a hacer lo mismo, después de hacerlo ella, pregunté la razón y me explicó que debíamos registrar nuestra presencia en el lugar del hecho, porque éramos testigos de lo ocurrido y que además, en la primera oportunidad que tuviéramos, debíamos expresar nuestra opinión sobre lo sucedido, pues aunque era evidente que el hombre abatido era un delincuente peligroso, así lo determinaban las reglas.
En pocos minutos sólo quedaba el agujero en la calle como constancia de la tragedia y ya los hombres de verde colocaban un dispositivo que seguramente serviría para su reparación.
- Esto se pareció mucho a mi sociedad - dije algo irónicamente.
- Estos hechos se parecen entre sí en todo el Universo - me contestó extrañamente seria.
- Perdón - proseguí - no quise ser agresivo ni ofenderte, creo que hablé como un tonto.
- ¡OH! no temas, mi preocupación no se debe a tus expresiones, sino a los hechos. Es muy grave que el individuo haya burlado los controles de seguridad y llegado al interior de la ciudad. Creo saber cómo lo ha hecho y de ser como creo, eso ha costado más de una vida. Además, el oficial al mando del grupo de seguridad era "Wicort", un gran amigo mío y creo que ha cometido un grave error al usar los rayos desintegradores finales innecesariamente.
Corrió peligro la vida de mucha gente y eso es algo que un miembro de seguridad no debe descuidar nunca. Creo que ha perdido su puesto y verdaderamente, lo lamento.
- Pero Olma, el individuo era obviamente peligroso - expresé.
- Sí, el fugitivo era un enfermo asesino, creo saber quien era aunque había cambiado su fisonomía; pero justamente por eso, la sociedad con él dentro de la ciudad ya corría demasiado peligro, no se le puede agregar una acción de seguridad deficiente. Creo que Wicort perdió la cabeza, cuando vio caer muerto a "Zamulón", su compañero, que también era su amigo.
Enmudecí y seguimos avanzando rápidamente envueltos en el zumbido de abejorro del vehículo. Lo dejamos en Convergencia y abordamos el carril hacia el centro de seguridad sin pronunciar otra palabra. Olma avanzaba con evidente prisa; en el trayecto, nos cruzamos esta vez con dos seres extraños para mí, que viajaban en la cinta contraria. Uno era igual al hombrecito verde que viera antes; el otro, extremadamente delgado y alto, de piel muy blanca y cráneo alargado. Respeté la prisa de mi compañera y no pregunté nada.
Atravesábamos el enorme hall, cuando vimos acercarse a un grupo de seguridad. Olma se detuvo y miró al hombre que iba adelante con mirada interrogante. Resultó ser Wicort. Ambos se estrecharon en un abrazo. Aún permanecían tomados de los brazos cuando Wicort dijo:
- No pude evitarlo Olma, ese maldito animal asaltó la estación médica del asteroide 31, ayudado por dos errantes con quienes se asoció momentáneamente. Se hizo una operación quirúrgica a imagen de un integrante del correo ínter espacial a quien por supuesto asesinó; como mató luego a todos los integrantes del servicio médico y a las familias de un transporte turístico que recaló en el lugar. Mató y violó sin necesidad, utilizó a niños de rehenes para conseguir sus objetivos y cuando llegó aquí, disfrazado de correo, engaño a Semelquí, una novel agente de seguridad a quien me une una especial afectividad y luego de conseguir entrar a la ciudad intentó asesinarla, dejándola herida gravemente. Si salva su vida nunca podrá volver a integrar el cuerpo de seguridad que era su mayor ilusión, y por último y ya acorralado, tú lo viste, asesinó a Zamulón, nuestro querido amigo.
No pude evitarlo Olma, por nuestras reglas de prudencia operativa este hijo de perra dañó a un montón de gente que podría haberse salvado. Hace tres meses yo pude matarlo en Titán pero me abstuve de disparar porque podía dañar tal vez a dos personas; en el tiempo transcurrido desde entonces este monstruo mató a veintisiete. Esta vez, tenía que asegurarme de que desapareciera hasta el polvo de esa bestia canalla. Se estrecharon nuevamente, tras lo cual Olma pregunto:
- ¿Qué ordenó la Regencia?
-Que descansemos hasta su aviso, retirados del servicio; sabes que eso puede significar el final de mi función como oficial de seguridad, amiga mía, pero créeme, no lo lamento, no lo lamento -
Y Wicort se alejó, seguido por sus hombres, repitiendo las últimas palabras. No pude contenerme y exploté en una pregunta:
- ¿Cómo evolucionan individuos como el fugitivo en una sociedad tan controlada como ésta?
- Porque en realidad, no pertenece a nuestra sociedad, no hubiera podido sobrevivir así. Su psicopatía no podría haber crecido sin ser detectada por el servicio médico y eventualmente controlada por seguridad. Los "errantes" que mencionó Wicort son inadaptados sociales normalmente recluidos en centros de recuperación que escapados de alguno de ellos; generalmente no son más que vagabundos rateros cuya única esperanza suele ser lograr burlar el cordón de vigilancia que rodea la tierra y confundirse dentro de tu sociedad. Eso es algo muy difícil de lograr y de suceder son rápidamente descubiertos por nuestra gente y vigilados en su accionar. A veces, si no llevan armas ni equipo alguno que nos pueda comprometer, se los deja vivir entre ustedes, otras, son recapturados y en algunos casos definitivamente eliminados. Estos tuvieron la mala suerte de cruzarse en el camino de un peligroso criminal.
- ¿Entonces? - insistí -
- Sucede que este individuo nació en una comunidad estelar de trabajo, debido a la irresponsabilidad de sus padres; una pareja que cometió el error de colocar sus convicciones sobre las determinaciones de una sociedad sana, que tras siglos de experiencia y estudios, ha conseguido estructurar una comunidad liberada de los horribles flagelos que afectan a otras.
Haber procreado a un niño en una Colonia Estelar, sin la cobertura social adecuada, en circunstancias estrictamente prohibidas por los riesgos inherentes a la situación, fue un acto de negligencia y capricho incomprensible, que la pareja pretendió enmascarar en un acto de amor, con la complicidad de otros jóvenes rebeldes de esos que insisten en "cambiar lo establecido" sin analizar demasiado las razones que hay detrás de las reglas.
Fue en una colonia experimental ocupada sólo por personas jóvenes en donde por una u otra razón adhirieron todos los responsables de los distintos sectores a la misma falta. Fue un error que nunca más se cometió y todas volvieron a la exigencia de ser "intergeneracionales".
El niño tuvo que crecer oculto, entre adultos, sin atención físico - psicológica ni educacional adecuadas, dentro de una estructura social donde no había un solo lugar pensado para él. Aprendió a mentir y a violar disposiciones a una edad en que nuestros niños asimilan el valor de la verdad, comprendiendo que la evaluación más inteligente no sirve, si los parámetros que se manejan son falsos; y que el respeto a las reglas establecidas por sus mayores, los llevará en el futuro a ser los encargados de mantenerlas o cambiarlas.
De haberlo detectado, la Regencia hubiese trasladado el núcleo familiar de inmediato, pero no pudo hacerlo debido a la complicidad de todas las áreas. En pocos años los padres y sus amigos comprendieron el error cuando se encontraron ante un ente antisocial que no respetaba a nada ni a nadie. Cuando sucedió, no supieron cómo corregirlo y un día, en una de las naves de carga que pasaban por el lugar, el muchacho desapareció.
Los padres se suicidaron poco tiempo después de ver a su hijo catalogado por las fuerzas estelares como "criminal peligroso". El suicidio de la pareja rompió el secreto y la Regencia fue implacable con todos los integrantes de esa comunidad. Los que no fueron ejecutados, fueron encarcelados por toda la vida; los que huyeron fueron perseguidos sin descanso hasta atraparlos y el sistema experimental de comunidad juvenil se convirtió de hecho en una mala palabra. Tanto, que en cada generación, llamar a alguien por el nombre de alguno de sus integrantes significa un desmerecimiento agresivo.
Paradójicamente el ente principal de este conflicto desarrolló una habilidad sin precedentes para burlar a las fuerzas estelares, protagonizando una larga historia, de la cual tú pudiste ver hoy el final, cuando las armas de la patrulla terminaron con una vida que nació, vivió y murió tristemente, arrastrando en su enfermizo placer de violar reglas, a muchos inocentes que vivían felices al amparo de ellas.
Avanzábamos conversando por el vestíbulo, cuando Olma me detuvo un momento. Observaba a un hombre delgado y alto de tez muy pálida, que se acercaba lateralmente. Cuando llegó a nosotros, lo detuvo y saludó con gesto respetuoso, casi ceremonioso, algo que yo no había visto antes en ella. Conversaron brevemente. El hombre dirigió una mirada fugaz a mi persona y luego prosiguió su camino. Yo no podía contener mi curiosidad, pero Olma la satisfizo enseguida.
- El hombre que acabas de ver es Osmón, uno de nuestros más avanzados científicos en el campo del estudio y utilización de energías. Está programado que se entreviste con vuestro profesor Kingston en una próxima reunión, pero ahora no quise detenerlo ni un minuto más, porque sé la enorme importancia que tiene para él reunirse todos los días jueves con Astharot en el núcleo habitacional de ancianos.
Me cedió la entrada al elevador y siguió alimentando mi curiosidad.
- Es un lugar de nuestra comunidad donde cuidamos de los ancianos que por impedimento físico o psíquico, ya no pueden valerse por sí mismos; está fusionado con la guardería infantil, aunque con distintas estructuras de atención.
Debo haberla mirado con el ceño fruncido porque explicó:
- Nuestra comunidad ha comprobado las enormes ventajas que se obtienen de la función vivencial niño - anciano. Astharot es un científico nuclear nuestro, de gran prestigio por sus descubrimientos, que sufre pérdida de la memoria y tiene dificultades locomotoras.
- ¿Que tan anciano Olma? - pregunté.
- Como si uno de ustedes estuviera entre los cien y ciento veinte años; por supuesto Astharot tiene más que eso.
Miré a la bella mujer que me acompañaba, a quien le conocía el cuerpo desnudo y recordaba fielmente la imagen de su piel, negándome a creer que tal vez me doblara en edad y pregunté:
- ¿A qué va Osmón a ver a Astharot?
- Osmón fue discípulo de él en sus estudios y recuerda un comentario de su profesor sobre la posibilidad de controlar una fuente de energía superior a todas las utilizadas hasta el momento. En aquel entonces, como estudiante, lo tomó como una de las tantas tareas de práctica; pero hoy, ya avezado científico, se encuentra abocado a un trabajo de investigación que trata justamente sobre aquella teoría. Osmón tiene la certeza de que está en el camino correcto, pero llega a un punto en que se encuentra con una dificultad que no puede superar. Admirado de que tantos años antes su docente transitara la teoría completa del mismo proceso que el está ahora investigando; acude a conversar con el todas las semanas, uniendo a su relación afectiva el interés y la esperanza de que éste, en un momento de lucidez en sus recuerdos, le dé la punta del hilo que necesita para desenredar su madeja.
- Parecería una relación más por interés que por afecto- comenté.
Es válida tu observación, pero Osmón ha hecho público su interés por Astharot y la importancia del aporte de sus conocimientos en sus trabajos. Ha llegado a adjudicarle a él varios de sus éxitos profesionales que sus ayudantes saben que son de su mérito propio. Además, los que lo conocemos sabemos de su capacidad profesional y también del grado de afectividad que siempre lo unió a este maestro. No creo que la comunidad tenga nada que reprocharle en esa relación. ¿Quieres conocer el lugar adonde va Osmón?
Acepté inmediatamente, pues de todos modos hasta ese momento no me había divertido demasiado con ella. Es más, de haber estado en el trayecto del primer disparo de Wicort, yo a esa altura del día ya estaría practicando con la Lira y un coro de ángeles, de modo que no tenía nada que perder.
Olma condujo el vehículo rápidamente por los conductos, sin pronunciar palabra; mientras tanto, yo observaba el entorno y las actitudes de la gente. El bullicio era parejo, de bajo tono, sin estridencias. En un momento, pasamos por un local de donde salían gran cantidad de jóvenes, hablando entre sí. A partir de allí, en cada terminal (y había muchas) los muchachos y las chicas se concentraban esperando turno para utilizarla. No lo había visto antes, de modo que pregunté que pasaba:
- La juventud se ha mancomunado para solicitarle a la Regencia, que revoque una decisión sobre una metodología de estudio.
- Pero cómo, ¿no ha surgido de una compulsa?
- Sí, pero los jóvenes solicitan una nueva y exponen sus razones.
Quieren una compulsa de jóvenes y una de adultos sobre el mismo tema; pretenden demostrar que entre ellos la opinión es unánime, que el peso de la diferencia lo dan los adultos, que en su mayoría conocen pero no viven la situación como ellos. Hasta le han puesto una premisa al movimiento y es: "Vivir es cambiar, cambiar es crecer, crecer; aprender".
- Y ¿que crees tú que suceda?
- La Regencia les contestará que se puede vivir, cambiar, crecer y aprender en conjunto con los mayores. Todos los antecedentes anteriores de separaciones generacionales para la operatividad han fracasado, algunos trágicamente como el que vimos concluir hace un rato. Parece que la interrelación generacional es imprescindible para mantener una dinámica lógica; ni muy acelerada e irreflexiva, ni muy reflexiva y lenta. Así es entre los animales y nada más sabio que la naturaleza. Yo conozco el tema, trabajo con ellos. Los reclamos juveniles son cíclicos y tienen su parte de razón, pero también la tiene la Regencia, la que además es responsable de la seguridad social y la efectividad de las instituciones.
Sólo en ese momento reparé en que Olma vestía de amarillo, color que correspondía al área de Educación y sin embargo, me había sido presentada como "capitana de vuelo".
- Olma - pregunté - ¿por qué tu traje es amarillo y no rojo?
- Como podrás observar - respondió parándose frente a mí - en los rectángulos verticales que tiene mi traje a ambos lados del pecho y de la espalda, hay una franja de color rojo con un número amarillo en el de la izquierda y un número rojo dentro del espacio amarillo de la derecha.
No le contesté porque realmente no sabía, si nunca los había visto porque miraba otras cosas en ambos lados, o porque los había tomado como elementos decorativos del traje sin darle importancia. Y ella continuó:
- El traje amarillo determina mi función social básica. El número amarillo, la graduación dentro de esa función. El rectángulo rojo determina mi función secundaria y el número rojo, mi categoría dentro de ella.
- ¿Función básica y función secundaria?
- Así es; cada uno de nosotros en principio, se prepara para ocupar un puesto de trabajo de acuerdo a las necesidades de la comunidad y a la evaluación de sus aptitudes. Lo único que puede ocasionar un cambio, es su incapacidad, algo que nadie se atrevería a fingir, porque eso reduciría sus posibilidades para ocupar un puesto secundario, que generalmente es el vivencial. Yo me preparé como educadora porque así lo requería la sociedad en ese momento; mientras tanto, en los tiempos libres estudiaba la carrera que era afín a mi vivencialidad.
Al año de desempeñarme como educadora con mi mejor dedicación, se me ofreció la posibilidad de comenzar las prácticas de vuelo; dos años después empecé a realizar suplencias autorizada por la Regencia y hoy efectúo las dos profesiones a la vez. Durante el período en que se realizan suplencias, ese tiempo no se computa para el cupo de consumo, pero sí para la posibilidad de acceder a la titularidad del puesto que a uno le gusta.
Como podrás ver, en nuestra sociedad nunca falta quien quiera ocupar un puesto de trabajo, porque detrás de cada titular hay una fila de suplentes dispuestos a demostrar que son aptos para trabajar en la tarea que realmente les agrada realizar. Cuando logran la segunda titularidad a fuerza de trabajo y capacidad, pueden ir abandonando el primero, pues les sobra tiempo de descanso computado y siempre hay suplentes en espera. Con el tiempo y a cierta edad, cada cual está en lo que le gusta y a la sociedad nunca le falta trabajadores si no excelentes, por lo menos abocados a lograrlo.
Volví a sentirme mal, como cuando me explicó el uso de la tablilla o cuando me enteré de sus conceptos sobre la vivienda, la comida, el sexo y el amor. "El trabajo", uno de los verbos más difíciles de conjugar en mi sociedad, causa de enfermedades endémicas en el hombre, como la depresión, la angustia, la envidia, el odio, la vanidad; aquí estaba encausado en una disciplina social casi copiada de la naturaleza.
¿Quién se hallaba arriba de la pirámide?, los más inteligentes, los más estudiosos, los más trabajadores. En síntesis "los mejores" y cualquiera podía intentarlo, sin más diferencias que su capacidad y su esfuerzo.
Todo era un regocijante asombro en el lugar donde me hallaba y cada vez más angustiante el recuerdo de la sociedad donde había vivido toda mi vida.
Pero si yo creía que la dosis de asombro ya había terminado, pronto los acontecimientos me convencerían de lo contrario.
Cuando llegamos al edificio donde estaban los ancianos, reinaba allí una febril actividad. Apenas traspusimos el control de seguridad, Olma me llevó rápidamente hacia el elevador del primer hall, sin dejarme curiosear demasiado.
- Quiero que comiences a conocer esto desde arriba - fue todo lo que dijo y ya frente a los ventanales más altos de la esfera, prosiguió:
- Como podrás observar, la esfera en donde nos hallamos está situada en un espacio verde al lado de una calle y unida por un conducto aéreo con otra esfera situada del otro lado en un espacio igual.
Efectivamente, desde donde nos hallábamos se podía observar el otro edificio y el conducto que los unía por arriba de la calle. Estábamos a pleno día y en los dos espacios verdes, había gente al aire libre, algo que no había visto hasta entonces.
- La otra esfera - prosiguió Olma - es un núcleo habitacional infantil y éste, un núcleo habitacional de ancianos; ambos independientes y separados por una calle, pero íntimamente ligados en su vivencialidad diaria. Desde aquí, los ancianos con capacidad locomotora se trasladan hacia la guardería y los niños lo hacen hacia aquí. Así, los primeros amigos de los niños, son los ancianos y los últimos amigos de los ancianos, son los niños.
Los niños escuchan de los ancianos multitudes de historias que ha veces son parte de sus propias vidas adornadas por su imaginación y los ancianos escuchan los proyectos que elaboran los niños muchas veces desarrollados a partir de sus historias. Ambos, niños y ancianos, como se parecen tanto en este momento de sus existencias, fusionan aquí sus vivencias, creando una simbiosis de armonía.
Los pequeños crecen alimentando sus memorias con los relatos, a veces epopéyicos, contados por sus ancestros vivos. Toman conciencia de que los elementos, tanto materiales como conceptuales, que los rodean en su vida diaria; fueron creados por tal o cual abuelo específicamente, o al menos por la generación de un abuelo determinado. Eso infunde respeto, los viejos son "los héroes" de su cotidianidad. Entonces desde el principio cada uno pretende emularlos y también superarlos guardándoles un permanente respeto. Saben que un día, ellos estarán allí, pero no los asusta ni los denigra la idea, porque cuando suceda ellos serán los héroes de las nuevas generaciones, como hoy lo son sus abuelos. Habrán creado, cambiado, agregado y contribuido disfrutando y viviendo, a preparar su mundo para los que vienen después, sin temerle al tiempo. No encontrarás a ningún niño o joven psicológicamente sano de nuestra sociedad, burlándose, avasallando o maltratando a un anciano. Han crecido tomando conciencia de que ellos también son potenciales ancianos; saben que es una cuestión de tiempo, nada más, y lo viven sin angustias.
Dios mío, me dije; "este es el imperio de la cordura", en mi sociedad, la mayoría de los ídolos de la juventud eran mugrientos delirantes, enfermos drogadictos, deportistas animalescos, políticos villanos, empresarios ladrones, falsos representantes de mas falsas creencias y los viejos - pobres viejos - eran algo así como muñecos arrugados que molestaban con su sola presencia. Sin darme cuenta murmuré:
- Tiempo; tiempo para el asombro necesito.
- ¿Qué dices? - preguntó.
- Nada, nada. Prosigue, por favor.
Entonces, me tomó de la mano llevándome otra vez al elevador. Bajamos, para salir por la base de la esfera hacia el exterior. Al hacerlo me llamó la atención un sector en donde atravesamos una pequeña habitación de paredes, piso y techo perforados. Pregunté qué era y ella replicó que lo sabría al regresar.
Ya estábamos en el exterior; arriba, muy alto, la capa de niebla que cubría el valle me impedía ver el cielo, pero no evitaba el paso de los rayos del sol. En el parque había tantos ancianos como hombres y mujeres de blanco; era como si cada uno tuviera un enfermero. No pregunté nada, estaba absorto observando el lugar: Verde, con gran variedad de flores multicolores, con cursos de agua en donde podían verse los peces. Pequeños y armoniosos puentes y descansos de piedra sobre el agua. Un jardín estupendo que esta vez al menos pude parangonar con algo de nuestra sociedad: "Los jardines japoneses"; ellos solían tener lugares tan plácidos, bellos, armoniosos y limpios.
- ¡Que belleza es esto! - exclamé.
-"Como que está hecho por artistas"- dijo Olma.
Bueno, aquí los artistas aplican su genio en cosas útiles y no en estúpidos delirios que después compran a precio de oro gente igualmente estúpida, me dije.
Nos detuvimos junto a un anciano al lado del cual había una mujer vestida con uniforme azul y una niña de no más de seis años que le daba de comer al anciano introduciendo con gran habilidad una cuchara en su boca al tiempo que le decía:
- Debes comer abuelo "Amador", esto contiene el remedio que alivia tus dolores vertebrales y además te alimenta.
Olma me presentó a la mujer, de quien no retuve su nombre, sólo observé que era mayor y que el traje azul tenía algunas franjas blancas, por lo tanto la mujer teniendo una función básica en el área de abastecimiento, era suplente en medicina o cumplía ambas tareas. Me alegré de ir comprendiendo.
Me dirigí a la niña que había atrapado mi atención desde el principio y elogié la forma en que alimentaba al anciano. La niña abandonó un momento la cuchara y tomando una de mis manos a modo de saludo dijo:
- Soy "Alotí" y tú, ¿Quién eres?
- Soy "Gonzalo", respondí sonriendo.
- Tu nombre es extraño. ¿Eres acaso del exterior? en el lugar de donde vienes, ¿los niños le dan de comer a los abuelos?
- Sí, soy del exterior - respondí - y los niños también le dan de comer a los abuelos alguna vez, supongo, pero tú lo haces muy bien.
- Aquí lo hacemos siempre, además yo tengo práctica porque también alimento en mi casa a mi hermanito "Aarim", quien no puede valerse de sus manos porque aún no ha aprendido a hacerlo. Sabes, el abuelo Amador sí lo sabía, pero como es muy viejo, lo ha olvidado, de modo que yo, que lo recuerdo, debo ayudarlo.
Observé su pequeño cuerpo embutido en un traje como el mío, su carita y sus cabellos rubios que llevaba agrupados sobre su cabeza dando nacimiento a una larga trenza que caía por su espalda. Parecía una mujercita en miniatura, abocada a sus responsabilidades.
Intercambiamos algunas palabras más y proseguimos caminando. Todos los ancianos que estaban en el parque se hallaban acompañados por alguien. Algunos estaban sentados en grupo, rodeados de gente más joven y en animada conversación. Entre ellos vimos a Osmón, quien con un grupo de personas de distintas edades -la mayoría vestidos de verde- platicaba riendo con Astharot.
- ¿Por qué tanta gente de verde? - pregunté.
- Porque Tránsito y Convergencia, está agrupado dentro de Servicios y Producción. Comprende una gran cantidad de especialidades Técnico-Científicas. La mayoría de los presentes, son alumnos de Osmón, de nivel Universitario.
Recorrimos un momento más el lugar y fue entonces cuando presté atención a una voz de atrapante modulación que en tono suave y armonioso se difundía por el ambiente.
-“Compártelo todo - Juega limpio - No pegues; habla - Devuelve las cosas adonde las encontraste - Limpia lo que ensuciaste - No te lleves lo que no es tuyo - Pide perdón cuando ofendas o lastimes a alguien - Lávate las manos antes de comer - Esto es muy importante.”
Las frases se repetían con ligeras variantes a intervalos regulares y yo escuchaba asombrado como se utilizaba apropiadamente para la formación de los niños una técnica que en mi sociedad también se utilizaba con éxito, sólo que para vender porquerías que jamás se hubieran impuesto por sus virtudes naturales. Nuestro grado de necedad crecía a cada instante dentro mío hasta hacerme sentir culpable de ser lo que era y pertenecer adonde pertenecía.
Olma interrumpió mis cavilaciones invitándome a regresar al edificio. Cuando entramos, me detuvo en la habitación que me había llamado la atención al salir y dijo:
- Ahora sabrás para que sirve.
Activó su función y entonces recibimos el embate de distintas corrientes de aire en ángulos diferentes; era perfumado y fresco. La miré y dio su explicación:
-Desinfección; no podemos permitir que entren gérmenes a la ciudad. Si bien el ámbito exterior bajo la niebla está controlado, la asepsia de la ciudad es superior y nuestras defensas; diferentes a las tuyas.
Tomamos el ascensor directamente a la parte superior, dejando de lado la visita a los distintos pisos. De hecho quería llevarme adonde estaban los niños. Transitamos el tramo de unión entre las esferas y bajamos hasta la puerta del otro edificio.
Salimos a un parque similar al de los ancianos, poblado de niños de distinta edad que jugaban y reían. Cuidándolos había preponderancia de adultos vestidos de amarillo, algunos de blanco, otros de azul, verde y hasta varios de rojo. De modo que concluí en que los niños eran atendidos por los cinco organismos centrales de la sociedad. Aquí también se escuchaba la voz anterior pero también había multitud de carteles esparcidos por el lugar le pedí a Olma que me leyera algunos:
- Si no puedes hacer lo que quieres, trata de querer lo que haces - Si abriste; cierra - Si desordenaste; ordena - Si ensuciaste; limpia - Si rompiste; arregla - Si no te pertenece; pide permiso - Si te lo prestaron; devuélvelo - Olma se detuvo de pronto y exclamó:
- ¡Excelente! se están preparando para una excursión a los bosques, afuera del límite de la ciudad; sería estupendo que pudiéramos ir con ellos.
Solicitó que la esperara un momento y se dirigió a conversar con varias personas de los organismos presentes. Yo me quedé pensando y observando el lugar; los chicos mayores preparaban ciertos elementos y los acomodaban en recipientes anatómicos que colocaban en sus espaldas y en sus cinturas. Los más chicos, correteaban ajenos al resto. Un grupo de ellos, se aproximó a mí corriendo y persiguiendo a un pequeño animal del tamaño de un perro, que resultó ser un Pudú o ciervo enano al que le habían protegido las puntas de sus dos cortos cuernos y que los chicos tocaban y azuzaban en evidente contacto de costumbre con un animal domesticado. La acción me tomó tan de sorpresa que en mi reacción por apartarme de su trayectoria, terminé enredando mis piernas con él y cayendo grotescamente al suelo. Cuando regresó Olma, me halló extendido en el piso, rodeado de chiquitos que reían y de algunos mayores que se preocupaban por atenderme, con el agravante de que el pequeño ciervo, enojado con mi persona, empujaba una de mis piernas con la cabeza y hasta trataba de morderme.
Rescatado de la situación, procedimos a acompañar a los grupos que partían, dejando de lado la visita integral a la guardería en sí misma.
A la salida del edificio, detenidos en el conducto, aguardaban vehículos mayores a los que normalmente utilizáramos. Los primeros fueron ocupados por los niños y sus maestras. Cada dos niños pequeños iba una educadora y cada cinco de los más grandes, otra. En los siguientes, se acomodó la gente de abastecimiento y control; la de seguridad utilizó los suyos, Olma y yo el nuestro y algunos otros llevaban personal de práctica o visitas.
Nos desplazamos por las calles y avenidas preanunciados por la algarabía de los chicos, que se destacaba sobre el murmullo casi siempre uniforme en los conductos. Llegamos a Convergencia, dejamos los vehículos interiores y nos dirigimos a la esfera roja, desde donde salían los transportes exteriores. Transitamos por ella y salimos del elevador en la misma plataforma donde descendiéramos al llegar.
Cuando mi vista recorrió el lugar, vi. algo que me paralizó de asombro:
A escasos metros del borde de la plataforma, sostenido sobre tres delgadas patas se hallaba una versión de una famosa figura en cuya existencia yo nunca había creído y que tantos pilotos afirmaban haber visto; "la de dos platos invertidos".
Estaba allí, frente a mis ojos y mi cerebro se negaba a admitirlo. Su estructura brillaba ante la luz de una forma homogénea e impactante; parecía de vidrio, semitransparente, sólido y a la vez etéreo a los ojos de quien lo miraba.
- ¡Creo que eso es un "Plato Volador"! - le dije a Olma, vacilando y no muy convencido de lo que decía.
- Eso es una "Burana" - contestó - pero no te detengas, que en eso volarás pronto conmigo.
Y tomándome de la mano me ayudó a proseguir hacia los transportes que abordaban los componentes de la excursión, mientras yo la seguía con la cabeza dada vuelta, sin poder apartar los ojos de un artefacto que ahora, ante la evidencia, recordaba que se había burlado millares de veces de nuestros Jets en todas las naciones del mundo y para el cual ninguna Fuerza Aérea había encontrado una respuesta, pero en cambio habían edificado rápidamente una mentira. Me lamenté por no haber sido solidario con los compañeros que fueron catalogados como pilotos con "fatiga de vuelo" después de haber visto en el aire lo que yo estaba viendo en el suelo.
Asombrado, confundido e indignado conmigo mismo, subí a uno de los transportes que pronto se elevó y todos en conjunto nos dirigimos hacia los bosques sobrevolando la ciudad. Igual que cuando llegáramos, salimos volando sobre el arroyo que atravesaba la ciudad. La observación de las esferas centrales me sugirió que lo hacíamos también hacia el mismo lado. Fuimos dejando atrás los conductos hasta superar el último y entonces giramos hacia el sur descendiendo y volando dentro del bosque. Y otra vez fue el asombro: cuando me dedicaba a localizar las flores; descubría el amarillo del Liuto o Amancay, el naranja de las Mutisias, el rojo del Chilcoy, el Notro y las Botellitas y el liliáceo de las Virreynas; "todas las flores del sur juntas", porque hasta estaban las flores blancas de los Canelos de Tierra del Fuego y vi. el Avellano Silvestre típico de Puelo, la Viola y la Frutilla de Perito Moreno. Especies de distintas latitudes, de suelos húmedos y secos, muy fríos y no tan fríos; estuve a punto de hacer una pregunta pero dando por seguro que habría una respuesta, seguí observando en silencio ante la mirada escrutadora de Olma y ajeno a la algarabía de los chicos y a la conversación de los adultos.
De pronto era un follaje lujurioso, luego una depresión entre cerros de poca altura, después una meseta llena de flores o un conjunto de pequeños lagos e islas. Cascadas, arroyos, bosques compactos y entre ellos, sin alterarse por nuestra presencia, de pronto un Zorro Colorado o un Guanaco, un Castor o una Nutria, un Puma Patagónico, un Huemul, un Zorrino, un Topo, un Chinchillón, un Ciervo Colorado, un Ciervo Manchado, un Jabalí, un Huillín.
- Dios mío - me dije, "cuanta belleza". Y no acababa de decirlo cuando el aparato que me transportaba se elevó, los árboles parecieron desaparecer de pronto y desembocamos en un lago salpicado de islas perimetradas por suaves playas, con bajas elevaciones cubiertas de bosques. El paisaje concluía en las laderas de las grandes montañas que mis ojos podían recorrer hasta que se perdían en el techo de niebla que nos ocultaba por completo a los ojos del mundo. No podía calcular el tamaño del lago, pero no era un espejo de agua que pudiera pasar inadvertido precisamente. Le encontré una cierta similitud con alguna parte del lago Futalaufquen, pero nada más; en realidad no sabía exactamente cual era la latitud donde nos encontrábamos y además entre ellos todo asombro era posible.
Bordeábamos una costa del lago, cuando advertí que las naves se separaban dirigiéndose a distintos sitios del perímetro continental y también de las islas en donde descubrí la existencia de varias esferas habitacionales que antes no había advertido por estar mimetizadas con el color del paisaje. Entonces solicité ayuda de Olma, preguntando qué función cumplían y así me enteré de que eran laboratorios y centros fabriles que se encargaban de tomar de la naturaleza, flora, fauna y gea, la materia prima que necesitaba la ciudad para elaborar elementos en las distintas áreas. Se me ocurrió preguntar si sacrificaban algún animal y me contestó que no, que se tomaba de las plantas, los minerales y los animales toda una gama de elementos, procurando siempre la continuidad de la vida.
Pregunté qué se podía tomar de un animal vivo y me respondió:
- Humores, sangre, linfas, calcio, pelos, lanas, plumas, córneas, escamas, veneno, pezuñas... y por supuesto, la interrumpí y me aboqué a disfrutar de la belleza que nos rodeaba.
Esta gente debía realizar de algún modo, una variación climática por sectores que mantendría con algún recurso técnico, controlando al menos temperatura, humedad y presión. De otra manera no podrían reunir en el mismo lugar un sector con Arrayanes a corta distancia de Calafates, Ñires, Canelos y Cipreses de las guaytecas. O caña Colihue, Espino negro y Retamos con Alerces, Radales y Cohiués, algunos de estos últimos con hongos Llao Llao anudados en sus troncos. Sin mencionar los líquenes como la Barba del monte, hierbas, arbustos y gramíneas de todo tipo. Los Arrayanes, árboles de corteza fresca color canela, se veían repletos de florecillas blancas, como azahares, un fenómeno que yo ya había visto al fin de los veranos en Isla Victoria y que observado ligeramente daba la sensación de que estuvieran cubiertos de nieve.
Pero si tenía poco con eso, bastaba con mirar la superficie del agua; Los Cisnes de cuello negro, típicos de Laguna Blanca en Neuquén, un lugar indudablemente seco, navegaban en el lago luciendo su cuerpo de inmaculada blancura, moviendo graciosamente su cuello y su negro pico, adornado con su caráncula color rubí. Y así como los acompañaban Avutardas, Flamencos, Garzas brujas y Gaviotas de rapiña, también había "Petreles" especie típicamente marina que era fácil de ver en Tierra del Fuego. Luego vi. Ñandúes, Águilas, Zorzales, Chingolos, Calandrias, Carpinteros... Me puse a pensar qué habría dentro del agua, pero atrajo mi atención el vuelo de un estupendo Cóndor macho, cuya familia debería estar a dos o tres mil metros de altura entre los Andes, que se elevaba batiendo sus potentes alas en dirección a las montañas, dejándome la incógnita de su presencia en el lago. Llegué a preguntarme si habría sido así, el Paraíso que perdieran un día Adán y Eva aunque no haya sido por culpa de una manzana y una serpiente.
Pasamos el resto del día con los niños, visitando centros fabriles y laboratorios. vi., cómo se les enseñaba sobre la importancia de extraerle a un animal un elemento útil para la vida humana, sin dañarlo. Hasta asistí a una clase donde se les mostraba una peligrosísima serpiente como la Yarará ñata y se les explicaba que la extrema peligrosidad de su veneno era inversamente proporcional a la utilidad que este brindaba. Los niños aprendieron sobre su hábitat, cómo detectarla, cómo evitarla, cómo utilizarla, cómo defenderse de ella si eran atacados, neutralizándola y eventualmente y como última instancia, cómo eliminarla.
Todo esto se hizo al unísono con un grupo de diferentes edades, que por supuesto, reaccionaban frente a los hechos de manera distinta; mientras tanto, los docentes de los distintos grupos, hombres y mujeres, interactuaban intercambiando sus observaciones. La cobertura de los niños en su desplazamiento era magnífica: empleados de Convergencia y Transportes, de Seguridad, de Abastecimiento y de sanidad, cumpliendo todos con sus funciones básicas y dando apoyo pedagógico a los de Educación, en lo atinente a sus respectivas especialidades.
Al final de la tarde, cuando regresamos a la ciudad, yo traía conmigo un cúmulo de vivencias, pero sobre todo la convicción de que la vida humana podía ser hermosa desde los primeros años. Pero aún no había terminado la jornada para Olma, quien debía acudir al Centro de Educación porque tenía una clase que atender.
La enorme esfera educacional desbordaba de actividad cuando llegamos; jóvenes adolescentes por centenares se cruzaban en sus pasillos y se reunían en lugares específicos para ocupar los tiempos pre - entre y post cursos. Se comentaban y se debatían temas tan dispares como literatura, ingeniería, medicina, filosofía y química entre otros, conviviendo e interrelacionándose en forma sorprendente. En un sitio se hablaba sobre la posible reforma de un sistema de abastecimiento y al parecer opinaban con acierto y aceptación, futuros ingenieros, médicos, arquitectos, psicólogos y hasta filósofos.
Cuando le hice notar mi observación a Olma, ésta me contestó que la interrelación era lógica porque las especialidades desarrolladas separadamente, disociaban al hombre como ente y el hombre no era una o varias especialidades determinadas, sino un conjunto indiviso de suma complejidad, que las agrupaba a todas. Así, un proyecto técnico debía considerar siempre las resultantes socio-psicológicas, médicas y filosóficas de su aplicación y una idea filosófica no podía desarrollarse sin considerar el ámbito técnico del hombre que debería racionalizarla.
Al llegar al aula donde ella debía dar su clase, me asombró el tácito respeto de los alumnos por el educador. Sólo nuestra entrada provocó el inmediato silencio y acomodo en sus asientos, del alumnado. Olma saludó a todos, explicó mi procedencia y la razón de mi presencia en el aula, aguardó a que todos se ubicaran, me designó un lugar de espera, sacó de un sitio un conjunto de folios y los repartió entre los jóvenes; luego, encendió una pantalla en la pared del frente y sólo dijo:
- ¡Por favor, prepárense!
Los alumnos se reclinaron en sus asientos y se colocaron auriculares en los oídos y gafas en los ojos. Olma se colocó también auriculares, introdujo un pequeño disco en un equipo y lo manipuló. En la pantalla aparecieron imágenes que se detenían o continuaban según sus directivas sobre un aparato de control que conservaba en la mano.
Una de las primeras imágenes fue el rostro de Olma, hablando con persuasión. Algunos alumnos cerraron los ojos y cruzaron los brazos, otros se relajaron en sus asientos con la vista fija en la pantalla y hubo también quienes se prepararon a tomar notas sobre los folios entregados.
Las imágenes en la pantalla indicaban una clase de Astronomía, pero como yo no tenía auriculares, no pude aprovecharla. Cuando terminó, Olma dialogó brevemente con sus alumnos y todos partieron rápidamente hacia otros sitios dentro del enorme complejo de educación.
Al quedar solos, la sonrisa de ella me anticipó que aguardaba mis inevitables preguntas; mas como pasó el tiempo y no pregunté nada, ella comenzó a hablar:
- Has presenciado una clase de Astronomía, grado 3, nivel secundario; los alumnos recepcionan la enseñanza a través de la pantalla para activar su memoria visual, de los audífonos para su memoria auditiva y de la escritura por su memoria mecánica o de acción. En esta clase, yo sólo les he transmitido información; ellos la llevarán a sus hogares y procesarán su comprensión y retención a través de la forma más apta a su capacidad natural. Aquellos que prefieren utilizar la memoria auditiva, se colocarán los auriculares en el ámbito que les resulte adecuado, buscarán su mejor nivel de recepción mental, que puede ser Alfa, Beta o Gamma y tratarán de procesar y/o archivar la información recibida. Los que prefieran utilizar su memoria visual, se sentarán frente a una pantalla donde repasarán las imágenes vistas. Los otros, rescribirán la clase y algunos trabajarán con la interrelación de todas o algunas de estas posibilidades, solos o en grupos afines. Pasado un tiempo determinado yo los convocaré para testear la recepción y comprensión de esta clase, satisfaceré sus inquietudes y colocaré las calificaciones correspondientes, para luego pasar a la siguiente.
¿Qué son Alfa, Beta y Gamma? - pregunté.
Son niveles de actividad cerebral que van desde la vigilia total al sueño, pasando por estados intermedios - contestó.
-¿Todos los profesores utilizan la misma metodología? - Pregunté.
Solamente los que enseñan en las escuelas especiales, usan métodos diferentes.
¿Y que son las escuelas especiales? - indagué.
Nosotros consideramos, que no se le puede dar la misma instrucción a un individuo de racionalidad endeble o de comprensión inferior, porque se multiplica el peligro potencial que representa para el núcleo social donde habita. Las escuelas especiales se encargan de impartir los mismos conocimientos, pero dentro de un marco psicológico diferente y con métodos personales para cada caso, de modo que al final puedan utilizarlos de la misma manera que los demás.
Tenía muchas preguntas más, pero Olma interrumpió mi intención con una invitación insólita.
- Quiero llevarte... de compras.
La miré, sorprendido por la propuesta y ella insistió:
-¿Qué te parece la idea?
Supuse que sería igual a mi visita de los sábados al supermercado, sólo que aquí no dejaba a Gerónimo ladrando adentro del auto. El recuerdo de mi querido salchicha, retuvo un momento mi respuesta; hasta que me consolé pensando que mi vecina, lo estaría cuidando tan bien como yo.
- Bien, como tú quieras - contesté.
Ella se quedó un momento mirándome reflexivamente y luego dijo:
- Sin embargo, no sé qué comprar para ti. En realidad deberíamos pasar antes por el Centro Médico.
- Pero, ¿por qué? , si yo no estoy enfermo - pregunté.
Me tomó del brazo, me invitó a caminar y contestó:
- Nuestra medicina realiza la prevención, como sistema básico del arte o ciencia de curar. El cuerpo humano es una máquina casi perfecta, dentro de cuyas cualidades contiene la de repararse a si misma. Cuando nuestras actividades físicas y/o psíquicas, provocan determinados desgastes; el organismo mismo se encarga de las reparaciones durante el descanso. Nadie se enfermaría gravemente nunca si la máquina humana, cada vez que procede a esas reparaciones tuviese en sus almacenes los elementos necesarios para la tarea a realizar. Uno de los motivos que permiten el desarrollo de las enfermedades es la falta de alguna de esas materias primas en el momento adecuado. Por eso, nuestra alimentación no es caprichosa, sino absolutamente controlada. Todos los ciudadanos pasan por el Centro Médico con regularidad y mientras sus organismos no muestren alteraciones, su alimentación es de aportes balanceados normales, para su edad, sexo y peso. Cuando los análisis revelan algún elemento faltante o sobrante, el médico ya sabe que hay una enfermedad y procede a corregir la deficiencia, recetando alimentos especiales. Podría decirte que nuestros remedios están en la comida, sin temor a equivocarme; pues sólo se apela a otros recursos cuando el deterioro es grave. Por eso necesito saber cuál es el estado actual de tu cuerpo, a fin de elegir la alimentación adecuada; no quisiera agasajarte, enfermándote. Para la comida anterior utilicé los compuestos normales para un ciudadano nuestro de tu peso y edad, pero estoy segura de que tu organismo es diferente.
Se quedó mirándome como preguntando si había entendido y yo, resignado, me apresuré a solucionar el problema.
- Bien, ¿adónde está el doctor? - y riéndonos abandonamos el Centro de Educación.
En el Centro Médico se desarrollaba una tranquila actividad. Olma no se preocupó por hacérmelo conocer, sino que me llevó directamente a cumplir con el propósito que nos había traído hasta allí. En un lugar determinado, me presentó al doctor Redent; le explicó mi procedencia, la necesidad que teníamos y en minutos me dejó a solas con él.
Redent era un hombre joven, alto y apuesto, que no tuvo reparos en decirme que a su juicio mi organismo era un antro de toxinas y por esa razón, para poder diagnosticar una alimentación adecuada, tenía que realizar análisis completos de mi cuerpo. No me hizo gracia imaginarme regresando con los clásicos frasquitos de orín y materia fecal, pero, como no tenía salida, le dije que procediera. Solicitó que me desvistiera y luego que me parara en el centro de un círculo. Mientras lo hacía observé que me miraba como si yo fuera un Pitecántropos. No me agradaba para nada el tipo; pero no hice ningún comentario, sólo ansiaba que terminara rápido. Manipuló unos controles y una espiral descendió del techo rodeándome. Pidió que me quedara quieto mirando al frente. En instantes un pequeño aparato que emitía una potente luz, comenzó a trasladarse por el espiral iniciando el recorrido desde arriba. Mientras dio vueltas alrededor de mi cabeza, sólo me ocupé en cerrar los ojos, pero cuando ya giraba a la altura de mi pecho, pude ver los resultados.
En un monitor de TV, que Redent observaba, apareció la imagen radiográfica de mi cabeza en todo su contorno y luego fue apareciendo el cuello, el pecho y la espalda, el abdomen y la cintura, hasta que el aparato llegó a mis pies y la imagen se trasladó a otro monitor, donde mi figura aparecía de cuerpo entero y casi en tamaño natural, girando y mostrando mi feo interior desde todos los ángulos. Cada tanto, unos círculos rojos la recorrían, deteniéndose alternativamente en distintos sitios y aparecían leyendas en un recuadro que desafortunadamente yo no podía leer. Me asombró ver una radiografía total de mi cuerpo en imagen tridimensional e imaginé la ventaja que representaría para el médico tener una visión tan global del paciente.
Conforme con ese examen, solicitó luego que pasara a una extraña camilla. Era como el medio molde de un cuerpo, en material transparente. Me preparé con desagrado a apoyar mi cuerpo desnudo sobre lo que parecía una fría superficie de vidrio, pero cuando me acosté, comprobé con sorpresa que el material estaba tibio y además no era rígido. Podría haber sido goma o algo parecido. Ya acostado, colocó encima la otra parte y con asombro vi. como el conjunto se ajustaba a mi cuerpo dejándome la sensación de estar metido dentro de un traje de neopreno que dejaba ver íntegramente mi cuerpo.
Quedé así sujeto adentro de un molde humano que dejaba sólo mi rostro al descubierto. Después de eso, manipuló un control demostrándome las posibilidades del aparato, ya que lo hizo girar sobre sí mismo, vertical, horizontal y circularmente.
Cuando retiró toda la parte que cubría mi cabeza, dejando sólo una base de apoyo; vi que el artefacto se desarmaba por pequeñas secciones. No supe cómo lo hacía pero él podía sacar un pedazo del recubrimiento que encerraba al paciente de cualquier lugar que quisiera.
Colocó en mi cabeza una serie de ventosas adhesivas que una vez aseguradas, comenzaron a emitir tenues sonidos y un parpadeo de luces. Luego, retiró un trozo sobre mi pecho y entonces descubrí otra cosa; no sólo podía retirarlo sino que lo dibujaba dándole la forma que él quería. Puso allí otras ventosas, similares a las anteriores y prosiguió su trabajo. Quitó una sección sobre el brazo derecho y colocó un aparato algo más abajo del codo que generó cierto calor sobre mi piel y luego un casi imperceptible pinchazo. Luego, abrió otro agujero sobre mi pelvis y tomando mí pene lo introdujo en una cápsula que ajustó sobre él y que motivo una corriente de calor ascendiendo hacia el interior de mi cuerpo, para dar vuelta luego el aparato poniéndome boca abajo y por primera vez intranquilo. Mi inquietud aumentó cuando quitó una gran parte sobre mis glúteos y se definió cuando colocó en mi recto un tubo fino como un termómetro común. Volvió a ponerme boca arriba y yo a normalizar mis pulsaciones. Vi que todo lo que hacía contacto con mi cuerpo emitía sonidos diferentes y algunos cada tanto emitían un haz de luz hacia los aparatos que estaban cerca de la camilla. Luego Redent se sentó frente a un conjunto de monitores y manipuló varios teclados. En los monitores aparecían imágenes y mensajes. Una sola vez se levantó y fue para verificar si el termómetro estaba en su lugar, luego siguió con lo suyo.
Me dediqué a observar su trabajo y saqué conclusiones asombrosas. En un solo momento estaba realizando electroencefalografía, electrocardiografía, análisis de sangre ( completo a juzgar por las variantes en los mensajes y las imágenes que aparecían en el monitor conectado a mi brazo ), análisis de orina, de materia fecal y vaya a saber cuantas otras indagaciones, "todo directamente sobre mi cuerpo".
Pronto terminó y vino a sacarme del sarcófago justo cuando yo comenzaba a comprender el frecuente mal humor que mostraban las momias en las películas. Valiéndose de la esfera perforada que yo había traído, me comunicó que había terminado e indicó que me vistiera. Cuando lo hice, extrajo un papel de una impresora y me lo extendió tomándolo con las puntas de los dedos y diciéndome:
¡Todo listo, Teniente, puede retirarse!
Y dándose vuelta se dirigió al interior del recinto, dando por terminada su relación con el Pitecántropos.
Tuve ganas de pegarle una patada en el trasero, pero me contuve pensando que él tenía mayor dominio sobre mi trasero que yo sobre el suyo.
Cuando salí, con el papel en la mano, la risa de Olma me indicó que ella sabía de antemano lo que iba a pasarme; pero indudablemente había que hacerlo. Ella volvió a tomarme del brazo, leyó un rato el papel y dijo:
“Ahora sí, vamos de compras "
El Centro de Abastecimientos era un lugar fascinante; impresionaba la cantidad de mercadería y materiales que se movilizaba. Había que comprender que todas las necesidades de la ciudad, pasaban por allí representadas en alguna caja. Por eso, todos los colores de servicio actuaban en el lugar. Desde el ascensor - transparente - se veían los pisos repletos de gente y de elementos de toda clase: Vehículos, muebles, trajes, aparatos; todo para una comunidad cuyo poder adquisitivo era casi idéntico y constante y en donde no circulaba ni una sola moneda como dinero.
Llegamos al piso de alimentos y salimos del ascensor. El orden del piso respondía a su costumbre: Eran segmentos de círculos armados con estanterías que rodeaban el ascensor; pero en ellas no estaban nuestras conocidas latas, cajas y paquetes, sino hileras de recipientes de distinta geometría y tamaño, predominando cubos y cilindros; todos alineados con simetría y del material más usual en el lugar: eso que a veces me parecía acrílico y otras vidrio o piedra. Todos estaban revestidos con etiquetas de papel con dibujos del producto e indicaciones de su composición e utilización. La variedad era enorme.
Olma, con el papel de Redent en sus manos, recorría distintas estanterías y tomaba nota de las siglas inscriptas en distintos productos, pero no agarraba nada. Al terminar, entregó las anotaciones a una muchacha vestida de azul, que solicitó las dos tablillas de identificación, las introdujo en una máquina y luego las devolvió. Debíamos esperar un momento para que nos entregaran la mercadería; entonces mi compañera me llevó al piso inferior donde se exponían entre otras cosas los aparatos domésticos. Cuando entramos quedé maravillado ante la cantidad y diversidad de elementos, pero me detuve ante un equipo en el que introduciendo un pequeño disco, se reproducía el sonido y la imagen a la vez.
El disco era un objeto de refinada tecnología, muy liviano y brillante, en color oro. Como no visualicé surcos ni marcas en su superficie, pregunté cómo funcionaba y Olma me contestó que era un disco de lectura láser, no sabiendo o no queriendo explicarme cómo se fijaban en él las imágenes y el sonido. Me entretuve examinando otros equipos hasta que ella me llevó nuevamente al piso superior.
Nuestra mercadería estaba lista adentro de un recipiente y en manos de un individuo metálico que repetía su identificación y avisaba que se hallaba esperándonos, mencionando el nombre de Olma y parte del código de su tablilla. Era un robot de características antropomórficas desde la cabeza a los pies, pero estos formaban parte de una base rectangular con ruedas orugas a ambos costados. Mi acompañante introdujo su tablilla en una especie de bolsillo que el robot tenía en el pecho y este le respondió de inmediato:
Unidad de servicio Alfa 5.2.9.,"a las órdenes de Olma WK 63".
¡Hola Alfa 5.2.9. ! , ¿Cómo andan tus circuitos hoy? - preguntó Olma.
- Andan muy bien ciudadana Olma; me han sido incorporadas nuevas plaquetas de diálogo y servicio y fíjate en mis nuevas ruedas orugas individuales que me otorgan una movilidad más silenciosa y mejor estabilidad.
Bajé mi mirada hasta la base del robot y observé que las orugas no eran enteras, sino ruedas individuales que se conectaban entre sí como engranajes; las cintas eran de goma y rotaban sobre pequeñas ruedas guías que amortiguaban hacia el centro y al parecer, todas eran tractoras.
El robot mientras tanto avanzaba y retrocedía brevemente, para mostrarle a mi compañera las nuevas cualidades motrices de que disponía. Y ella expresó:
-¡Magnífico Alfa 5.2.9! y ¿qué nuevos conocimientos guardan tus almacenes de memoria?
- Bueno, cubro el espectro analítico de la música electrónica; he incorporado Arte Circonio y un importante caudal de información sobre vehículos aéreos; ahora podré conversar con usted sobre su trabajo específico.
Era increíble, no sólo la reconocía como ciudadana, sino que la identificaba específicamente y conservaba en archivo diálogos anteriores.
-No sólo podrás hacerlo conmigo hoy, sino también con quien me acompaña - destacó Olma.
Alfa 5.2.9. Giró su cabeza hacia mí y sus ojos accionaron repetidamente como el obturador de una máquina fotográfica, ajustando sus pupilas para observarme bien.
-Mis archivos visuales no registran a este hombre, por favor que se identifique - solicitó.
Mi tutora tomó mi tablilla y la introdujo en el mismo lugar en el que antes colocara la de ella. El robot contestó rápidamente:
-"Bienvenido ciudadano visitante". Está usted bajo la responsabilidad de la ciudadana Olma; ¿Puede decirme cuál es su actividad específica y de donde viene?
Olma contestó por mí rápidamente:
-Viene del exterior y su actividad es " Piloto de Combate".
-Entiendo - dijo Alfa 5.2.9. - el ciudadano vuela en esos arcaicos aparatos con alas que aún imitan a las aves.
-Bien, bien, - intercedió Olma - ve adelante 5.2.9.; vamos hacia el nivel 16 del Centro de Convergencia.
El robot se puso en marcha silenciosamente y atrás de él avanzamos nosotros.
- Olma, este aparato es una maravilla - dije.
-¡OH, no! - contestó - son viejos robots ya obsoletos para la producción a quienes en vez de desmantelarlos, los derivamos hacia las áreas de servicio en donde brindan excelente utilidad y cada tanto se los actualiza para su mejor prestación.
-¿De modo que en las áreas de producción disponen de mejores robots? - pregunté.
- Muchos - respondió. - Nuestros Androides epistemológicos y los últimos Biociborg sobre todo, son robots de avanzada tecnología que determinan sus actitudes por si mismos a partir de una programación conceptual dotada de valores éticos y pautas de conducta ajustadas a cada función. En el caso de los Biociborgs, no es extraño que los humanos realicemos tareas que ellos planifican y determinan. Son más confiables que nosotros en situaciones críticas.
Alfa 5.2.9. Llamó a Olma y ésta prosiguió conversando con él hasta que llegamos al Centro de Convergencia. Ya frente al vehículo el robot se encargó de todo, colocando la mercadería en un espacio adecuado y retirándose con el canasto vacío. Después de despedirse de Olma, se dirigió a mí y me prometió estar debidamente informado sobre mi trabajo, para nuestro próximo encuentro.
-Simpático aparato - comenté.
-Que no te escuche denominarlo así - contestó ella y puso en marcha el vehículo rumbo a su casa.
Cuando llegamos, preparó las conocidas esferas, cuidando que las mías se ajustaran a las indicaciones de Redent. Comimos, conversando y disfrutando de una suave música ambiental, cada tanto alguien cantaba llegando a mis oídos como un canto coral. Entonces, me indicó que observara las reacciones de mi cuerpo pues éste iba a cambiar rápidamente sus hábitos. Sobre el final de la cena, tuve sueño y ella me acompañó hasta la misma habitación donde descansara antes. En la puerta le dije:
-Al menos hoy no tendrás que desvestirme, puedo hacerlo yo.
-No volveré a hacerlo hasta estar segura de que será más divertido que antes - me contestó alejándose rápidamente.
No pude procesar adecuadamente sus palabras. Me desprendí del traje y me dejé caer sobre ese extraño globo que era la cama. A los pocos minutos me dormí.
Continua en: Capitulo 7
No hay comentarios:
Publicar un comentario